Desde los intentos de Nuevo Rumbo en la política y la
economía en América Latina, a raíz del triunfo de Hugo Chávez en las elecciones
y su Presidencia de Venezuela desde enero de 1999, hasta estos mismos momentos,
se lee y escucha a diario sobre el “Fracaso” del Modelo del Socialismo del
Siglo XXI. Hagamos un pequeño ejercicio de historia y veamos que tan cierto y
que tan inmediato e irreversible es ese “fracaso”.
A partir de las sociedades primitivas, el ser humano empezó a organizarse
para sobrevivir al presente en un mundo naturalmente cruel y peligroso, y a
pensar en asegurar su futuro, proteger su vida y administrar la escasez. Y lo
hizo mediante dos caminos: el trabajo, y la explotación de los recursos
naturales o de la fuerza laboral de los más débiles.
De esa “Cultura” fueron surgiendo los Sistemas
Económicos, de acuerdo con las posibilidades que brindaban la naturaleza y el
desarrollo intelectual y científico. Y el primer sistema fue, como consecuencia
lógica de la desigualdad intelectual y física, el Sistema Esclavista, y su
consecuencia el Feudalismo. Los Señores de la Tierra, que fueron a su vez los
Señores de la Guerra, consolidaron un sistema oprobioso de castas y “sangres”
que poco a poco fue dando origen a una Aristocracia y a una Nobleza bendecidas
por la principal fuente de cohesión y dominio de las clases económicamente
“superiores”: las religiones monoteístas, judaísmo y cristianismo.
Al amparo de ellas y de la imagen mitológica de un
Dios Creador, principio y fin de todas las cosas y elemento masificador de
pueblos y culturas, surgió la idea de que Toda Autoridad Viene de Dios. Con lo
cual la Autoridad
del más fuerte, no siempre del mejor, se hizo indiscutible. Y sacralizada.
El Esclavismo y el Feudalismo persistieron desde los
remotos orígenes de dominación del más fuerte, hasta más o menos los Siglos XIV
y XV. El feudalismo aristocrático y nobiliario desapareció con las primeras
revoluciones populares, principalmente la Revolución francesa de 1789.
Pero aunque el esclavismo fue poco a poco
considerándose ilegal e inmoral, no ha desaparecido: ha cambiado de métodos
acogiéndose a los recursos legales –e ilegales– de los nuevos Sistemas Económicos,
principalmente del Capitalismo.
La Revolución Francesa, a pesar de su simiente
popular, no dio origen a Estados Populares o Socialistas sino a una clase
urbana dominadora: la burguesía, apoyada en Monarquías ya no absolutistas aunque
si dominantes. Estaba servida la mesa para el Capitalismo, que, reforzado por
la Revolución Industrial, se concibe y sustenta en tres condiciones
excluyentes:
1.- Propiedad
privada de los medios de producción, las mercancías producidas, la tierra y el
capital. Las tres patas de la mesa en la que Adam Smith previó la Riqueza de
las Naciones, Capital, trabajo y propiedad, quedan en manos del Capitalista,
pues que suyos son los medios de producción, suyos los productos, suya la Propiedad
de la tierra y suyos los trabajadores, vinculados por Contratos Ad Hoc esclavizantes
para el trabajador, de libre remoción para el empleador.
2.- En el
Capitalismo, las leyes de la oferta y la demanda establecen, con toda libertad,
los precios de los bienes y servicios. El Consumidor no tiene opciones, aparte
de la utopía de negarse a consumir.
3.- La utilidad
o rentabilidad, objetivo primario no único pero sí principal, ocasiona evidente
concentración de riqueza en pocas manos: las del Capitalista.
Al Capitalismo, en un inicio el manchesteriano del
Dejar Hacer, Dejar Pasar, lo complementó el Neoliberalismo, su exacerbación
explotadora, no en vano motejado de Capitalismo Salvaje, analogía con la Ley de
la Selva imperante en los primeros años del esclavismo cuando el más fuerte, en
este caso económica ya que no intelectual o físicamente, pasó a ser el
dominador excepcional.
Prefigurado por Marx y Engels y otros teóricos como
Saint Simon, Lasalle y en cierta media Bakunin, el Gran Anarquista, e impulsado
política y prácticamente por la Revolución de Octubre en 1917, el Sistema
Socialista quiso corregir los excesos del Capitalismo individualista,
entregando al Estado la propiedad de los Medios de Producción, con objetivos
humanistas que se resumen en 4 Principios:
1.- Incremento
en la producción de bienes y servicios para eliminar un exceso de demanda que
presione los precios hacia arriba, y controlando el exceso de oferta que
incremente los inventarios.
2.- Mejoramientos
de la salud en la sociedad, con énfasis en la medicina preventiva.
3.- Altos
niveles educativos, tanto en cobertura como en calidad, desde el grado básico
hasta el doctorado.
4. Reducción del
esfuerzo e irracionalidad en las condiciones de trabajo.
Sin embargo de las premisas humanas y humanistas del
Socialismo, su aplicación en la Unión Soviética degeneró en un Burocratismo que
hizo mella en sus éxitos iniciales, degradó la Administración del Estado y
propició la debacle de un sistema que aún permanece, a pesar del mencionado
burocratismo, en pocos países. Cuba, por ejemplo, ha logrado, a pesar de ello y
quizá por su pequeño tamaño, tener éxitos indudables en los campos de la salud,
la educación, el deporte, la investigación y otros. Las falencias que
ocasionaron en Europa la Caída del Muro, en cierta medida han sido justificadas
y explicadas en Cuba gracias al Bloqueo estadounidense, en algún momento casi
mundial por imposición de los EEUU, y hoy a punto de ceder ante la nueva
realidad política del Continente y del mundo.
A manera de Balance
El viejo esclavismo que sucedió a la Sociedad
Primitiva y se mantuvo hasta fines del Siglo XIX en la teoría, ha sido
remplazado por la tercerización del trabajo, la explotación sexual, y el
trabajo infantil en los países del cuarto mundo con exceso de mano de obra y
nada proclives a la aplicación de leyes laborales estrictas, como en los países
desarrollados en donde la presión social impide o minimiza esa explotación. Es
la nueva forma del viejo esclavismo que, vistas así las cosas, ha perdurado por
al menos de cinco a siete mil años, desde la civilización sumeria y las
dinastías egipcias.
El feudalismo subsiguiente, con sus señores y
vasallos, siervos de la gleba y otros tipos de explotación del trabajo y del
ser humano (baste recordar otro tipo de explotación, antecedente de la prostitución,
digamos, empresarial: el Derecho de Pernada), se mantuvo desde mediados de la
Edad Media, Siglo IX, hasta el Renacimiento en el Siglo XV. Es decir, no menos
de seiscientos años.
El impulso humano primigenio de intercambiar bienes y
servicios, dio origen a la aparición de la moneda como mecanismo fácil de
adquisición y pago de esos bienes y servicios. Y se decantó hacia el Siglo XVII
con la aparición de las primeras máquinas y factorías de la Revolución
Industrial, el trabajo remunerado y el concepto de salario, en el Sistema Capitalista.
Permanece hasta hoy habiéndose saltado, permitiéndolo como excrecencia a duras
penas tolerable, al Socialismo. Es decir, trescientos años mal contados.
Y, contando desde la Revolución de Octubre en 1917,
hasta la Caída del Muro de Berlín en 1989, la aplicación práctica, aunque
errónea debido principalmente a la interpretación acomodaticia por la
Nomenclatura Soviética de las teorías marxistas, trágica en muchos aspectos, el
Comunismo duró no más de 72 años. Aunque en teoría China mantiene una especie
de Socialismo o Comunismo político, con un manejo capitalista de la Economía en
lo que podríamos llamar Capitalismo de Estado. Igual que Cuba.
Históricamente, el análisis de tales periodos en un
sentido estrictamente humano y ético, indica que han producido desigualdad
impuesta por las clases dominantes durante el esclavismo, el feudalismo y el
capitalismo, y sin duda desigualdad no buscada pero sí impuesta por una
burocracia indolente y parasitaria, en el caso del Comunismo.
En realidad, el Socialismo propiamente dicho no ha
tenido vigencia ni aplicación alguna, excepto una amalgama de social democracia
capitalista en los países del norte de Europa, quizá los únicos que han logrado
capear, en los últimos 10 años, la crisis del Sistema Capitalista. Justamente
por las políticas socialistas de la Economía del Bienestar, que en otros países
del viejo mundo han cedido a las presiones del Capitalismo Salvaje o se han eliminado
del todo.
En América Latina, el llamado socialismo del Siglo
XXI, como dijimos al comienzo, lleva estrictamente 15 años de incipiente
instrumentación, agredido, acosado y perseguido por un Capitalismo armado,
interventor, invasor y genocida, negativa y calumniosamente presentado por un
Oligopolio de Medios de Comunicación al servicio de las multinacionales tanto
como del imperialismo estadounidense, y denostado por unas clases altas que se
han quedado huérfanas de poder en los países que lo intentan, y unas clases
medias arribistas que olvidan que quizás alguna vez fueron proletarias, y que
ni un día –todos a una– han cejado en su empeño de desvalorizar, satanizar y
acorralar el que sigue siendo un sueño utópico de la humanidad: la justicia
social, el equilibrio económico. Que sólo es posible por el camino del
Socialismo.
Los 6 mil años de esclavismo, con sus variantes
posmodernas, los 700 años de feudalismo y los 300 de Capitalismo, han creado e
incrementado en el mundo la explotación, la miseria, la desigualdad, la
injusticia y la precarización del trabajo y de la vida del 70% de la Humanidad.
Pero, curiosamente, para los adalides y beneficiarios
de esos sistemas explotadores, deshumanizados y creadores de miseria, son
precisamente estos 15 años de búsqueda de una nueva vía de desarrollo, de
progreso, de igualdad de oportunidades y de algo de justicia social, los que
han fracasado. FRACASO DEL MODELO, lo llaman.
Curiosa, reduccionista y miserable manera de mirar,
leer y analizar los caminos de la Historia…
Desde los intentos de Nuevo Rumbo en la política y la
economía en América Latina, a raíz del triunfo de Hugo Chávez en las elecciones
y su Presidencia de Venezuela desde enero de 1999, hasta estos mismos momentos,
se lee y escucha a diario sobre el “Fracaso” del Modelo del Socialismo del
Siglo XXI. Hagamos un pequeño ejercicio de historia y veamos que tan cierto y
que tan inmediato e irreversible es ese “fracaso”.
A partir de las sociedades primitivas, el ser humano empezó a organizarse
para sobrevivir al presente en un mundo naturalmente cruel y peligroso, y a
pensar en asegurar su futuro, proteger su vida y administrar la escasez. Y lo
hizo mediante dos caminos: el trabajo, y la explotación de los recursos
naturales o de la fuerza laboral de los más débiles.
De esa “Cultura” fueron surgiendo los Sistemas
Económicos, de acuerdo con las posibilidades que brindaban la naturaleza y el
desarrollo intelectual y científico. Y el primer sistema fue, como consecuencia
lógica de la desigualdad intelectual y física, el Sistema Esclavista, y su
consecuencia el Feudalismo. Los Señores de la Tierra, que fueron a su vez los
Señores de la Guerra, consolidaron un sistema oprobioso de castas y “sangres”
que poco a poco fue dando origen a una Aristocracia y a una Nobleza bendecidas
por la principal fuente de cohesión y dominio de las clases económicamente
“superiores”: las religiones monoteístas, judaísmo y cristianismo.
Al amparo de ellas y de la imagen mitológica de un
Dios Creador, principio y fin de todas las cosas y elemento masificador de
pueblos y culturas, surgió la idea de que Toda Autoridad Viene de Dios. Con lo
cual la Autoridad
del más fuerte, no siempre del mejor, se hizo indiscutible. Y sacralizada.
El Esclavismo y el Feudalismo persistieron desde los
remotos orígenes de dominación del más fuerte, hasta más o menos los Siglos XIV
y XV. El feudalismo aristocrático y nobiliario desapareció con las primeras
revoluciones populares, principalmente la Revolución francesa de 1789.
Pero aunque el esclavismo fue poco a poco
considerándose ilegal e inmoral, no ha desaparecido: ha cambiado de métodos
acogiéndose a los recursos legales –e ilegales– de los nuevos Sistemas Económicos,
principalmente del Capitalismo.
La Revolución Francesa, a pesar de su simiente
popular, no dio origen a Estados Populares o Socialistas sino a una clase
urbana dominadora: la burguesía, apoyada en Monarquías ya no absolutistas aunque
si dominantes. Estaba servida la mesa para el Capitalismo, que, reforzado por
la Revolución Industrial, se concibe y sustenta en tres condiciones
excluyentes:
1.- Propiedad
privada de los medios de producción, las mercancías producidas, la tierra y el
capital. Las tres patas de la mesa en la que Adam Smith previó la Riqueza de
las Naciones, Capital, trabajo y propiedad, quedan en manos del Capitalista,
pues que suyos son los medios de producción, suyos los productos, suya la Propiedad
de la tierra y suyos los trabajadores, vinculados por Contratos Ad Hoc esclavizantes
para el trabajador, de libre remoción para el empleador.
2.- En el
Capitalismo, las leyes de la oferta y la demanda establecen, con toda libertad,
los precios de los bienes y servicios. El Consumidor no tiene opciones, aparte
de la utopía de negarse a consumir.
3.- La utilidad
o rentabilidad, objetivo primario no único pero sí principal, ocasiona evidente
concentración de riqueza en pocas manos: las del Capitalista.
Al Capitalismo, en un inicio el manchesteriano del
Dejar Hacer, Dejar Pasar, lo complementó el Neoliberalismo, su exacerbación
explotadora, no en vano motejado de Capitalismo Salvaje, analogía con la Ley de
la Selva imperante en los primeros años del esclavismo cuando el más fuerte, en
este caso económica ya que no intelectual o físicamente, pasó a ser el
dominador excepcional.
Prefigurado por Marx y Engels y otros teóricos como
Saint Simon, Lasalle y en cierta media Bakunin, el Gran Anarquista, e impulsado
política y prácticamente por la Revolución de Octubre en 1917, el Sistema
Socialista quiso corregir los excesos del Capitalismo individualista,
entregando al Estado la propiedad de los Medios de Producción, con objetivos
humanistas que se resumen en 4 Principios:
1.- Incremento
en la producción de bienes y servicios para eliminar un exceso de demanda que
presione los precios hacia arriba, y controlando el exceso de oferta que
incremente los inventarios.
2.- Mejoramientos
de la salud en la sociedad, con énfasis en la medicina preventiva.
3.- Altos
niveles educativos, tanto en cobertura como en calidad, desde el grado básico
hasta el doctorado.
4. Reducción del
esfuerzo e irracionalidad en las condiciones de trabajo.
Sin embargo de las premisas humanas y humanistas del
Socialismo, su aplicación en la Unión Soviética degeneró en un Burocratismo que
hizo mella en sus éxitos iniciales, degradó la Administración del Estado y
propició la debacle de un sistema que aún permanece, a pesar del mencionado
burocratismo, en pocos países. Cuba, por ejemplo, ha logrado, a pesar de ello y
quizá por su pequeño tamaño, tener éxitos indudables en los campos de la salud,
la educación, el deporte, la investigación y otros. Las falencias que
ocasionaron en Europa la Caída del Muro, en cierta medida han sido justificadas
y explicadas en Cuba gracias al Bloqueo estadounidense, en algún momento casi
mundial por imposición de los EEUU, y hoy a punto de ceder ante la nueva
realidad política del Continente y del mundo.
A manera de Balance
El viejo esclavismo que sucedió a la Sociedad
Primitiva y se mantuvo hasta fines del Siglo XIX en la teoría, ha sido
remplazado por la tercerización del trabajo, la explotación sexual, y el
trabajo infantil en los países del cuarto mundo con exceso de mano de obra y
nada proclives a la aplicación de leyes laborales estrictas, como en los países
desarrollados en donde la presión social impide o minimiza esa explotación. Es
la nueva forma del viejo esclavismo que, vistas así las cosas, ha perdurado por
al menos de cinco a siete mil años, desde la civilización sumeria y las
dinastías egipcias.
El feudalismo subsiguiente, con sus señores y
vasallos, siervos de la gleba y otros tipos de explotación del trabajo y del
ser humano (baste recordar otro tipo de explotación, antecedente de la prostitución,
digamos, empresarial: el Derecho de Pernada), se mantuvo desde mediados de la
Edad Media, Siglo IX, hasta el Renacimiento en el Siglo XV. Es decir, no menos
de seiscientos años.
El impulso humano primigenio de intercambiar bienes y
servicios, dio origen a la aparición de la moneda como mecanismo fácil de
adquisición y pago de esos bienes y servicios. Y se decantó hacia el Siglo XVII
con la aparición de las primeras máquinas y factorías de la Revolución
Industrial, el trabajo remunerado y el concepto de salario, en el Sistema Capitalista.
Permanece hasta hoy habiéndose saltado, permitiéndolo como excrecencia a duras
penas tolerable, al Socialismo. Es decir, trescientos años mal contados.
Y, contando desde la Revolución de Octubre en 1917,
hasta la Caída del Muro de Berlín en 1989, la aplicación práctica, aunque
errónea debido principalmente a la interpretación acomodaticia por la
Nomenclatura Soviética de las teorías marxistas, trágica en muchos aspectos, el
Comunismo duró no más de 72 años. Aunque en teoría China mantiene una especie
de Socialismo o Comunismo político, con un manejo capitalista de la Economía en
lo que podríamos llamar Capitalismo de Estado. Igual que Cuba.
Históricamente, el análisis de tales periodos en un
sentido estrictamente humano y ético, indica que han producido desigualdad
impuesta por las clases dominantes durante el esclavismo, el feudalismo y el
capitalismo, y sin duda desigualdad no buscada pero sí impuesta por una
burocracia indolente y parasitaria, en el caso del Comunismo.
En realidad, el Socialismo propiamente dicho no ha
tenido vigencia ni aplicación alguna, excepto una amalgama de social democracia
capitalista en los países del norte de Europa, quizá los únicos que han logrado
capear, en los últimos 10 años, la crisis del Sistema Capitalista. Justamente
por las políticas socialistas de la Economía del Bienestar, que en otros países
del viejo mundo han cedido a las presiones del Capitalismo Salvaje o se han eliminado
del todo.
En América Latina, el llamado socialismo del Siglo
XXI, como dijimos al comienzo, lleva estrictamente 15 años de incipiente
instrumentación, agredido, acosado y perseguido por un Capitalismo armado,
interventor, invasor y genocida, negativa y calumniosamente presentado por un
Oligopolio de Medios de Comunicación al servicio de las multinacionales tanto
como del imperialismo estadounidense, y denostado por unas clases altas que se
han quedado huérfanas de poder en los países que lo intentan, y unas clases
medias arribistas que olvidan que quizás alguna vez fueron proletarias, y que
ni un día –todos a una– han cejado en su empeño de desvalorizar, satanizar y
acorralar el que sigue siendo un sueño utópico de la humanidad: la justicia
social, el equilibrio económico. Que sólo es posible por el camino del
Socialismo.
Los 6 mil años de esclavismo, con sus variantes
posmodernas, los 700 años de feudalismo y los 300 de Capitalismo, han creado e
incrementado en el mundo la explotación, la miseria, la desigualdad, la
injusticia y la precarización del trabajo y de la vida del 70% de la Humanidad.
Pero, curiosamente, para los adalides y beneficiarios
de esos sistemas explotadores, deshumanizados y creadores de miseria, son
precisamente estos 15 años de búsqueda de una nueva vía de desarrollo, de
progreso, de igualdad de oportunidades y de algo de justicia social, los que
han fracasado. FRACASO DEL MODELO, lo llaman.
Curiosa, reduccionista y miserable manera de mirar,
leer y analizar los caminos de la Historia…
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