lunes, 28 de septiembre de 2015

Francisco en América: Una visita con intenciones y resultados

El Papa de Roma, cabeza visible –la invisible es eso: invisible– de la Institución religiosa más antigua, formalmente, del planeta, es autoridad importante en el conjunto de la Organización de las Naciones Unidas, que congrega en Nueva York su septuagésima Asamblea General.
Por ello, la ONU entregó al Papa Francisco la misión de dar al mundo el discurso inaugural. Es la primera vez que ocurre tal cosa, y es, creo, más honrosa la distinción puesto que el Vaticano no tiene asiento en la ONU como miembro permanente sino como Estado Observador. Sin embargo, el Papa Francisco, con sus actuaciones públicas desde cuando inició su mandato sobre la comunidad católica mundial, mandato no obligante civil ni políticamente aunque sí moralmente, cuestión por cierto eludible, se ha ganado ante la ONU y ante la audiencia mundial un respeto y una jerarquía que, posiblemente, no se le atribuía a un Papa desde los tiempos de Juan XXIII. Es una voz oída en todo el orbe por creyentes, no creyentes, ateos, agnósticos e indiferentes. Que esa voz, aparte de oída y respetada, sea también escuchada y acatada, es otro asunto. Y es el tema de este análisis.
Dejemos de lado el interesante pero hoy impertinente asunto de la historia de la Iglesia de Roma desde su improbable fundación por Jesucristo al pronunciar la frase famosa aunque de veracidad discutible: “Tú eres Pedro y sobre esta Piedra edificaré mi iglesia”, según dice el Evanjelio de Mateo, escrito según fuentes numerosas entre los años 80 y 90 de la Era Cristiana. El escriba tomó la frase al menos 50 años después de la muerte de Jesús, de la tradición oral, siempre variable y poco confiable (decía mi abuela que de lengua en lengua la llovizna se vuelve tempestad), y la historia de la Religión la toma como Acta de Fundación de una Entidad que adolece de otras falencias. Por ejemplo, su legitimidad como Ente rector y orientador de la Moral y el comportamiento humanos. Legitimidad en sentido ético, jurídico o político, no como dogma para creyentes, en ese sentido para ellos indiscutible.
Lo cierto es que el Sumo Pontífice es una Autoridad Estatal importante, y su voz y sus opiniones tienen cabida y calado indiscutibles aunque sea por mero respeto, consideración o educada tolerancia, en la Asamblea y en el mundo. Muchos delegados o mandatarios nacionales hay a los cuales la voz del Papa les resbala, aunque la oigan con educada deferencia.
Escuché el discurso completo, excepto los dos o tres minutos en que la señal de Telesur se interrumpió debido a una “interferencia solar”, que no pongo en duda. Y lo bajé de la Red para leerlo y analizarlo. Y trataré de comentarlo a partir de unas pocas frases sobre temas fundamentales para la humanidad. Eludo comentar las que tienen que ver con la fe de los creyentes, porque ese no es mi campo ni es mi interés. Carezco de fe en la misma proporción en que padezco de curiosidad.

Tres claras estrategias
Analizando el camino del Cardenal Jorge Bergoglio desde cuando abandonó ese nombre –y su discutible pasado– para iniciar una nueva ruta con las “Sandalias del Pescador”, no tengo dudas de que en sus palabras desde la Sede Apostólica y en sus viajes por los espacios de la grey católica, Francisco tiene tres estrategias o derroteros de los cuales sólo se aparta para alguna acotación marginal o un comentario entre serio y risueño, como para bajar el tono solemne con que es recibida por la gente la palabra del Papa.
Y esas estrategias o caminos son: 1) el amplio y universal significado político y humanista de su papado; 2) su actitud personal y pastoral hacia ciertos puntos cruciales y específicos que afectan países a los que visita o a los que se refiere en algún acto Ad Hoc; y 3) su tal vez principal objetivo, tratar de recomponer los viejos muros de un edificio ideológico, teológico y político que no sólo hace agua por las junturas sino que ve carcomidos sus cimientos por una antigua y bien entronizada corrupción, por su tradicional apego y cercanía con las clases sociales y económicas dominantes, y por una también antigua condescendencia cómplice con prelados de infame conducta en su trato con la niñez y la adolescencia.
Para cada una de esas estrategias o caminos, vinculadas entre sí por el hilo conductor de la última, que las enlaza, Francisco ha tenido frases que evidencian sus propósitos, sin duda tan legítimos como laudables, de reconstruir lo que algunos papas desde Pío XII han deteriorado por complicidad con la maldad, por alcahuetería con la corrupción y la inmoralidad conductual de muchos prelados, y por su alejamiento de los intereses humanos de la población marginada del planeta. La frase “Iglesia de los Pobres”, hasta Benedicto XVI y con el corto intervalo de Juan XXIII, dejó de ser consigna evangélica para convertirse en cliché sin sustento ni condumio.

Estrategia 1: Francisco el Político
Aparece entonces Francisco, en el cumplimiento de su primera estrategia, con una frase que le habrá ganado al calificativo de Comunista por los sectores más reaccionarios de la política estadounidense, que no están sólo en el Partido Republicano o en la secta de la señora Palin, el Tea Party:

“Al mismo tiempo, los gobernantes han de hacer todo lo posible a fin de que todos puedan tener la mínima base material y espiritual para ejercer su dignidad y para formar y mantener una familia, que es la célula primaria de cualquier desarrollo social. Ese mínimo absoluto tiene en lo material tres nombres: techo, trabajo y tierra; y un nombre en lo espiritual: libertad del espíritu, que comprende la libertad religiosa, el derecho a la educación y los otros derechos cívicos”.

Remplazando la frase “libertad religiosa”, que lleva el agua al molino de la Iglesia, por una más amplia y universal como “Libertad de Pensamiento”, Francisco aboga no sólo por la independencia intelectual de la humanidad, sin coyundas políticas ni cerrojos ideológicos, sino que va contra la acumulación codiciosa de riqueza, la desigual distribución de los recursos económicos de la humanidad, sujetos de avaricia, especulación y explotación sin medida, contra el consumismo excesivo y la exagerada ostentación de los dueños de la riqueza del planeta.
Si agregamos su preocupación por la suerte del planeta y por el creciente deterioro ambiental producto de un desarrollismo que se titula progreso pero no es más que depredación, tenemos un Papa que atiende al futuro de la especie y de su Casa, hoy en manos de una industrialización y una explotación ilimitada de recursos naturales y humanos que puede llevarnos al colapso en pocas décadas… o años. A esa política depredadora se refiere cuando dice:

“Cualquier daño al ambiente, por tanto, es un daño a la humanidad. (…), porque cada una de las creaturas, especialmente las vivientes, tiene un valor en sí misma, de existencia, de vida, de belleza y de interdependencia con las demás.
“El abuso y la destrucción del ambiente, al mismo tiempo, van acompañados por un imparable proceso de exclusión. En efecto, un afán egoísta e ilimitado de poder y de bienestar material lleva tanto a abusar de los recursos materiales disponibles como a excluir a los débiles y con menos habilidades, ya sea por tener capacidades diferentes (discapacitados) o porque están privados de los conocimientos e instrumentos técnicos adecuados o poseen insuficiente capacidad de decisión política”.

No ha sido menos elocuente Francisco en sus comentarios acerca de tragedias para la humanidad que son bonanza de un Capitalismo sin moral y sin límites: La guerra, el narcotráfico, la trata de personas. Son sus palabras:

“La guerra es la negación de todos los derechos y una dramática agresión al ambiente. Si se quiere un verdadero desarrollo humano integral para todos, se debe continuar incansablemente con la tarea de evitar la guerra entre las naciones y entre los pueblos. El Preámbulo y el primer artículo de la Carta de las Naciones Unidas indican los cimientos de la construcción jurídica internacional: la paz, la solución pacífica de las controversias y el desarrollo de relaciones de amistad entre las naciones. Contrasta fuertemente con estas afirmaciones, y las niega en la práctica, la tendencia siempre presente a la proliferación de las armas, especialmente las de destrucción masiva como pueden ser las nucleares. Una ética y un derecho basados en la amenaza de destrucción mutua –y posiblemente de toda la humanidad– son contradictorios y constituyen un fraude a toda la construcción de las Naciones Unidas, que pasarían a ser “Naciones unidas por el miedo y la desconfianza”. Hay que empeñarse por un mundo sin armas nucleares, aplicando plenamente el Tratado de no proliferación, en la letra y en el espíritu, hacia una total prohibición de estos instrumentos”.

Y agrega:

“El narcotráfico por su propia dinámica va acompañado de la trata de personas, del lavado de activos, del tráfico de armas, de la explotación infantil y de otras formas de corrupción. Corrupción que ha penetrado los distintos niveles de la vida social, política, militar, artística y religiosa, generando, en muchos casos, una estructura paralela que pone en riesgo la credibilidad de nuestras instituciones”.

Otros temas relacionados con esta primera estrategia, han sido preocupación del Papa: la tragedia de las migraciones hacia Europa y EEUU, y no precisamente la de unos cuantos balseros desde Cuba sino la de los miles de migrantes que sufren o mueren en aguas del Mediterráneo, la injusticia del régimen de prisiones (Privadas) en los EEUU, el abuso sexual infantil en todo el mundo, en fin, la exclusión y la marginación en los viejos imperios contra los descendientes y herederos de la explotación colonialista.

Estrategia 2: Francisco, Mediador y Acicate
La segunda estrategia Franciscana, su actitud personal y pastoral frente a hechos puntuales, ha tenido eficaz cumplimiento de manera especial en su visita a Cuba y en sus encuentros y conversaciones con los líderes del Gobierno Cubano y los representantes del Gobierno y las Guerrillas en los diálogos por la Paz en Colombia, tanto en este viaje como en el anterior por América Latina. Aunque los voceros de la derecha cubana en Miami y en los medios afectos en Europa y América hayan protestado por ello, Francisco no fue a Cuba ni vino a la América Latina a confrontar con los gobiernos de los Estados progresistas, sino a manifestarles su apoyo personal y pastoral. Eso ha sido evidente y ninguna lectura o “interpretación” manipulada de sus mensajes pastorales lo puede cambiar.
No gusta a la derecha conceptual ni a los administradores del stablishment neoliberal capitalista, pero lo cierto es que Francisco, haciendo honor al  compromiso que conlleva el nombre del Poverello de Asís, es un Papa más a la izquierda de lo que están dispuestos a entender o a tolerar los adalides de la Economía de Mercado. Es, creo yo, un Papa Socialista.
No cabe duda de que el restablecimiento de relaciones entre los EEUU y Cuba, el aminoramiento de las limitaciones impuestas por un bloqueo de 60 años, así como el avance acelerado de los últimos días en las conversaciones de Paz entre el gobierno colombiano y las guerrillas de las FARC, han tenido en el Papa Francisco más que un catalizador, un potente reactivo que ha sacado de su parsimonia indolente a los dos procesos, ha logrado un cambio evidente en la Casa Blanca y forzado un empujón importante en el Palacio de Nariño tanto como en el Palacio de las Convenciones de la capital antillana.

Estrategia 3: Francisco, el Pastor de la grey
La Tercera Estrategia de Francisco se sustenta, se apoya y se impulsa en las dos anteriores ya descritas. Y no es otra que recuperar para el Catolicismo una parte importante y numerosa de una grey dispersa no sólo por el abandono de los anteriores pontífices, sino por el creciente y oportunista avance de las sectas protestantes, siempre dispuestas al escalamiento del negocio de la fe; al avance, en América Latina lento, casi inexistente, de las doctrinas fundamentalistas y fanáticas derivadas del Islam; el regreso incluso a prácticas religiosas ancestralistas tanto en los Andes indígenas como en el Caribe Afrodescendiente; y al lento caminar de un agnosticismo y un ateísmo que avanzan, sin prisa pero sin pausa, a horcajadas de la razón, la investigación y el conocimiento, y va ganando espacios lentamente y por ahora, en círculos estudiosos, intelectuales, artísticos, académicos o simplemente racionales y curiosos, que han decidido no tragar enteros los dogmas de un Cristianismo de raíces evidentemente mitológicas.
Como Jefe de la Iglesia Católica, a Francisco no se le escapa que todo lo anterior ha mermado de manera considerable un inventario de creyentes católicos, algo inusual en otros momentos de la  historia menos permeados por la ciencia y la investigación. Y como buen político, aparte de máximo rector de las doctrinas de la Iglesia de Roma, aprovecha su carisma, su sencillez cercana al pueblo, su don de gentes y su simpatía personal, para recuperar algo del terreno que la indolencia o la soberbia de sus antecesores, había perdido. A buen seguro su actitud abierta, campechana y sin duda atrayente, ha tenido entre los creyentes evadidos a otros credos, más recuperaciones que entre el cuestionador y descreído grupo de los herejes por desilusión o de los ateos por convicción. Pero, inteligente y perceptivo como es, pensará que algo es algo… 

Comentarios finales
Observando y analizando con atención cada una de las estrategias descritas, se impone una especie de “balance de resultados”.
Sin lugar a dudas, una parte de la Segunda Estrategia, su preocupación o, más bien, su cercanía humana y pastoral con el gobierno cubano y su legitima exigencia de suspensión del injusto y criminal bloqueo al que ha sido sometida Cuba por más de 60 años, ha tenido éxito un tanto previsible pero nada seguro al inicio de su Pontificado y de sus gestiones de acercamiento entre los dos gobiernos.
El criminal bloqueo económico nunca logró siquiera acercarse a provocar la caída del régimen cubano, que fue el objetivo de la deleznable política excluyente, en su tiempo apoyada con deplorable servilismo por casi todos los países de América Latina, muchos de ellos en manos de dictaduras propiciadas y sostenidas por la Casa Blanca. El Papa Francisco, consciente de un fracaso inadmitido en Washington, vio allí la posibilidad de dibujarlo ante los ojos cegatones del Congreso y de la Casa Blanca, y lograr el sofrenado acercamiento que ambas Naciones posiblemente deseaban, pero que la cavernaria e influyente cubanía de Miami postergaba.
Ante la sugerencia papal y la presión del resto del mundo evidenciada en numerosas votaciones contra el embargo en las Naciones Unidas, el Gobierno de Barack Obama ha tenido que ceder en el injusto cerco económico y político contra Cuba, en primer término restableciendo las relaciones diplomáticas, paso necesario para la eliminación del bloqueo comercial que ahora sólo tiene la oposición del Partido Republicano, recalcitrante enemigo no ya solo del régimen cubano sino de la libre determinación de los pueblos y de la soberanía de las naciones.
Por otra parte, las conversaciones de paz entre el gobierno colombiano y las guerrillas de las FARC, también avanzaban en el Palacio de las Convenciones de La Habana, a ritmo de tortuga coja. Las maniobras politiqueras del ex Presidente Álvaro Uribe y sus trinos (twitazos) guerreristas enfocados a sabotear el Proceso de Paz e imponerles a las FFAA de Colombia su ya ilegítima influencia negativa, habían logrado retardar las conversaciones, poner palos en la rueda y malquistar a la población colombiana, hastiada de la guerra pero temerosa de una posible trascendencia política de las FARC en el panorama electoral colombiano, con un Proceso de Paz que a ratos parecía indetenible y otros ratos a punto de naufragar.
En esas estaban en La Habana, en el Palacio de Nariño y en las pretensiones vengativas de Uribe, cuando, parafraseando la canción protesta de aquellos años, “Llegó el Papa y mandó a seguir”. En su visita pastoral anterior a la América Latina, aunque no tocara tierras colombianas pues la visita se limitó a Ecuador, Bolivia y Paraguay, no hay duda de que sus frases y comentarios sobre el proceso de paz y sus muy posibles cercanías con funcionarios, delegados o elementos de buena voluntad, haya logrado debilitar la megalómana actitud del ex Presidente Uribe, y reforzado, por contera, la imagen del Presidente Santos y su ambición de pasar a la historia como el ejecutor, valga la palabra, de la Paz en Colombia. Y, también más que posiblemente, durante su visita reciente a Cuba, algo debió sugerir directa o indirectamente a los negociadores, para que tomaran en serio un Proceso de cuya feliz culminación dependía la suerte futura de 50 millones de habitantes víctimas de un conflicto excesivamente largo y destructor. El casi sorprendente sprint –para utilizar un término ciclístico del agrado de Colombia– de los últimos días de la semana anterior a la Asamblea de la ONU en las conversaciones de paz, que le permitió al Presidente Santos llevar a la ONU casi un Mensaje de triunfo, debió tener en Francisco, aunque solo fuera por su presencia y sus frases al desgaire, un imprevisto –o no tanto– empujón, no antideportivo sino pastoral…
En cuanto a la Estrategia 1, o sea el papel Político del Papa Francisco en los diferentes espacios nacionales o multinacionales, en el buen sentido, es muy posible que su pensamiento y su palabra no sean suficientes para que el Mundo actual detenga o aminore su acelerada marcha hacia el abismo, a buena cuenta de la depredación ambiental, la ambición y la codicia capitalista, el incremento del narcotráfico a causa de una prohibición que lo ha convertido en el gran negocio que es para el sistema financiero internacional, receptor de sus inmedibles recursos, el armamentismo de los países más desarrollados, la injusticia en los términos de intercambio entre naciones ricas y el Tercero y Cuarto mundos, las migraciones devenidas a menudo en tragedia y muerte en mares y fronteras inaccesibles, la trata de personas y el abuso infantil.
Es decir, las Grandes Tragedias Humanas, de las cuales son responsables los líderes económicos, políticos, sociales y religiosos del Planeta que han conducido a la humanidad a un camino quizá sin regreso de degradación y muerte, no se detendrán y ni siquiera se verán amainadas por lo que diga o piense o exclame el líder espiritual de poco más de mil millones de personas. Como se dijo arriba, a la mayoría de esos líderes, empeñados en la conquista o el mantenimiento del poder económico y  político, las palabras del papa les resbalan. Las oyen pero no las escuchan Y, mucho menos, las acatan.
Queda, al final del balance, la posibilidad de un saldo positivo para la Iglesia de Roma, gracias a los esfuerzos políticos, insuficientes en lo general aunque exitosos en lo particular, del Papa Francisco, en términos de su labor pastoral de reconquista de fieles disgregados o evadidos del rebaño. Con sólo que logre detener el éxodo de creyentes y aminorar su marcha hacia otras fuentes de igualmente falsas esperanzas, Francisco habrá hecho por la Iglesia que regenta, un trabajo suficiente como para mantener adherida con el inasible nudo de la fe en lo improbable, un rebaño que poco necesita para dispersarse: apenas un canto de sirena de otro credo con promesas más inmediatas y factibles.



buhomar.blogspot.com

jueves, 10 de septiembre de 2015

De seis emes…

Decía Gandhi que “La Libertad no es licencia para cualquier cosa”. Por analogía inmediata, la Libertad de Expresión no es licencia para decir cualquier cosa.
Acudo a la biblioteca universal y encuentro que la Organización Foro de la Libertad, cito, “reconoce límites a la libertad de expresión, en particular cuando entra en conflicto con otros valores o derechos”. Y, en la misma fuente, John Stuart Mill, que abogó por la máxima libertad de expresión “para profesar y discutir como una cuestión de convicción ética, cualquier doctrina, por inmoral que pueda considerarse”, agrega una limitación que llama “El Principio de daño”, y propone que esa Libertad máxima no puede llegar a causar daño a otros. Es decir, no puede llegar a la injuria, la calumnia, la falsedad, la denigración, el ultraje, o a cualquier otro sinónimo que sugieran. Que es, justamente, lo que motiva esta reflexion, al leer los libelos que ciertas estrellas de los medios escritos profieren a día y semana seguidos en contra de personajes políticos y públicos, sean o no funcionarios del Estado, cuyas acciones y pensamiento no comparten, cosa natural en una Democracia. Y sean damas o caballeros porque para la injuria y el agravio no existen restricciones éticas, menos aún las de la caballerosidad y el respeto.
Los libelos aludidos reúnen en sus frases los vocablos antedichos y otros que se nos ocurran. No necesitan las damas agraviadas ni los caballeros denigrados quien defienda sus honras y sus personas, ni es mi interés hacerlo porque lo hacen ellos mismos, y lo hacen muy bien, como se constata ante las reacciones de los usuales “autovictimizados”, que se creen con derecho de hacer a los demás, víctimas de su lengua o de su inquina. Porque cuando los agredidos ante la injuria verbal o el gesto injurioso reaccionan con legítimo derecho, regurgita el llanto y el crujir de dientes de la hipocresía selectiva: insultadores e insolentes es lo menos que les endilga la decencia moralista al uso.
Pero hay artículos que me ocasionan nauseas. O, como  dice mi hija mayor, “me ofenden”. A mí… como periodista y como lector. (Ver: http://estadodepropaganda.com/2015/05/26/oh-gabriela-inmarcesible-y-perinclita/#more-345). Por eso reflexiono sobre esos y otros de la misma laya, y sobre los excesos a los que conduce el abuso de la libertad de expresión, cuando se junta con la vanidad y con la soberbia.
Por cierto, escribo en Primera persona porque asumo la responsabilidad de lo que escribo. Como diría o dijo o podría decir Fernando Vallejo, la tercera persona es cobarde y es hipócrita: se escuda en el anonimato o en la suplantacion para tirar la piedra y esconder la mano. Yo escribo de lo que vivo, y vivo en presente actuante…

Con M de Maldad
Son malos  los articulejos. No estilística ni formalmente. En eso no fallan los autor: es, usualmente, casi perfecta su prosa. Con la perfección química del veneno de la serpiente: ni una coma de más, ni un punto de menos; no falta una interrogación ni sobra una admiración; se perciben, a la distancia perfecta que exige la lectura perfecta –30 cms. de los ojos al papel o a la Tablet–, las nunca olvidadas clases de ortografía de Primaria, ni las de concordancia y sintaxis de la Preceptiva Literaria del Bachillerato, ni los lentos y morosos conocimientos adquiridos en una o varias universidades de adentro o de afuera, luego de una o varias carreras, todas ellas humanísticas –¿letras?, ¿filosofía?, ¿sociología?, ¿antropología?–, todas ellas a saltos y a brincos para adquirir “cultura universal” y no desmerecer los apellidos “literatos y liberales”?–, como es natural en uno, amiguistamente nominado Gran Maestro de la crónica, “uno de los mejores de todos los tiempos”, para acudir al ditirambo de un admirador.
         No, no es por ahí. Son malos de maldad. Se nota no ya en la inocente dosis de mala leche, siempre a un paso de agriarse, ni en la irónica prosa del cronista de modas, digno émulo de Enrique Casal o Susy Menkes, cercano a las gracias heredadas de Tamara Falcó, reluciente reciente estrella de HOLA (datos de Wikipedia), sino en que reseña cualquier Acto Oficial desde los flecos de un chal, los colores de una bufanda, los bordados de tal camisa, la sisa de esa blusa, el pliegue de cierta falda, sin detenerse en fruslerías de poca monta como las políticas de desarrollo comunitario, las medidas económicas de bonanza o de emergencia, los planes de salud pública o los avances en la educación… Esas minucias… 
         Son malos porque están percudidos de Maldad. Decía el Caballero Andante que de “La abundancia del corazón, habla la lengua”, citando a Mateo, el Evangelista. Poco hay de bueno en esos corazones que destilan maldad y esparcen veneno y amargura por donde pasa la lengua de víbora de los dueños de entrambas vísceras. Denigran y agreden con frases maledicentes no sólo la investidura de las damas que gobiernan el Legislativo –con preferencia en los denuestos para la de mayor autoridad–, y sin mencionar al Primer Mandatario, blanco y objeto de escarnio, burla o hipócrita “respeto”, sino su misma dignidad de personas, de mujeres merecedoras de respeto aunque fuere por su mera condición de tales. No se diga de caballerosidad, del todo ausente en los textículos de marras.

Con M de Machista
Los escribidores se tragan a la fuerza pero no digieren que, por primera vez en la historia política del país, no una sino tres damas, por sus méritos personales y su trabajo político, llegan a esos niveles desplazando no sólo a los hombres de su partido sino a los acostumbrados manipuladores masculinos procedentes de una clase política caduca y voraz, que ya no tiene espacio en los nuevos rumbos de una sociedad hastiada de ser siempre pasto de una corrupción ya centenaria.
¿Les ha preocupado alguna vez que los asambleístas hombres, los no afiliados o simpatizantes de AP o de la izquierda, sean analfabetos, faltos de instrucción, mal hablados, a duras penas bachilleres o, en muchos casos, ni eso? Nunca. Pero sí que el Tin Delgado lea mal un discurso, pues su gran delito no es ser negro, ser humilde ni ser o haber sido futbolista, sino ser “correísta”, el peor de los crímenes para los eruditos críticos literarios, a quienes jamás se les ha leído un análisis de la obra de nuestros escritores, que SÍ están obligados, por su vocación o profesión, Escritores, a dominar las artes del lenguaje y los requisitos de la sintaxis y de la gramática. No, ellos centran su puntillosa crítica, su avizor ojo de correctores de pruebas, en alguien cuyos estudios se han dirigido hacia otras áreas menos exigentes gramaticalmente –sociales– pero que, también y como todos, ha sido una más de las víctimas de una educación mediocre en manos de quienes hoy reniegan del cambio que los obliga a superarse para poder enseñar con algún asomo de rigor. Extraña y puntillosa crítica “estilística” o sintáctica de quien, por ejemplo, en una Entrevista, ante la pregunta: “¿Si le disgusta tanto la televisión, por qué la ve?”, responde con curioso uso del condicional: “Si no trabajaría en esto, no la vería”.
Lamentable machismo exhibe, por ejemplo, el autor de notas donde critica con inquina que la dama Presidenta de la Asamblea se atreva a citar a Tomas Moro. ¿Cómo una bachiller de pueblo puede citar al gran autor así, gratuitamente? (Ver el sesudo artículo mencionado arriba). Esa exhibición de cultura sólo es posible en los que de verdad nacieron con un libro como almohada y, claro, pueden, con la sencillez del sabio o la prepotencia del “erudito”, no sólo citar una frase sino mencionar las costumbres vanidosas o las relaciones conflictivas de los grandes de la historia, tan familiares para el sesudo erudito, tan necesariamente lejanas para las bachilleres de pueblo: Clío y Demóstenes; Kundera, Goethe y Napoleón, las poses patricias de ambos, la amante desdeñada del gran teutón o el hábito secreto de cualquiera otra figura de las letras o la historia, son propiedad exclusiva del gran sapiente, no de alguna aprendiz de senadora, por más que haya hecho méritos de trabajo social, haciendo por su pueblo lo que jamás ha hecho el exigente crítico, prevalido de ostentoso intelectualismo. Llegar a donde llegó sin sabias y profusas lecturas, es para el crítico obsequio inmerecido a la sumisión política, no producto del trabajo entre la gente del común, esa que no abre un libro porque sus urgencias son vitales, de sobrevivencia, no de ínfulas vanidosas de cronista light bien financiado.

Con M de Mediocre
También es mediocre la erudita parrafada mencionada antes (tan cercana, ¡ay!, a su maestro en insidias pseudo irónicas), a pesar de su –casi– perfecta construcción sintáctica y gramatical, porque ni siquiera se permite investigar –no ha de tener tiempo, tan ocupado en prolíficas, profusas, profundas, proficuas y permanentes lecturas–  si el fondo doctrinario del discurso o el tema de la entrevista tienen algo de condumio, algo digno de ser mencionado como trabajo político o acción social. No. Se queda, puntilloso erudito gramatical, en el uso apresurado del lenguaje en una entrevista de radio, o en la palabra mal pronunciada de un discurso –¿oída con filtro de odio?–,  como antes se quedaba –sagaz cronista de modas– en el zurcido de las gorgueras, en los colorines de la pollera o en los bordados de la blusa: en lo accesorio y en lo fútil. ¿Cómo va a consentir el sabiondo que alguien que no piensa como él, pueda pensar de algún modo?

Con M de Mendaz y Mentiroso
Mentir sin malicia es una cosa, hasta comprensible y perdonable; mentir con intención de agraviar y dañar es mendaz y es cínico y es falaz. Porque mentir no es sólo trastrocar, esconder u ocultar una verdad evidente, sino también decirla a medias, dejarla incompleta para que se entienda al revés o no se entienda. Quedarse en el ropaje exterior o en la frase apresurada es dañosa mendacidad destinada a injuriar con ruindad a la persona blanco de la diatriba venenosa y procaz.
Y son Mezquinos, porque la riqueza del lenguaje, utilizada con sevicia ofensiva, con intención de daño aleve y de injuria gratuita, con soberbia exhibicionista, es de espíritus innobles, muy lejanos al ejercicio de una profesión –periodista– cuya primera exigencia es ética: “el periodista debe criticar, no azotar”, decía Luis Herrero, periodista español que a buen seguro conocen los eruditos.

Con M de Miserable
Porque ensañarse en deslegitimar el trabajo del mandatario o el de una dama –no se diga de tres– porque ese trabajo no cuenta con el imprimatur inquisitorial, porque no merece sabia condescendencia ni generosa aprobación, es, para citar el diccionario, “perverso, abyecto y canalla”. O sea, Miserable.
         Decía un Maestro del Periodismo, uno de verdad, Ryszard Kapuscinski, que “Para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona, se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias”.
Detenerse con maldad y con venenosa insidia en defectos ajenos –no en la denuncia de crímenes, si existiesen, que sería encomiable y necesario; pero eso es otra cosa y requiere valor–, agrandarlos con crueldad mientras se soslayan sus posibles aciertos o virtudes, es de Malas Personas. Y las malas personas, por muy bien, por muy correcta, perfecta y hasta creativa manera en que enhebren frases y construyan párrafos, no son Periodistas. No pasarán de ser gacetilleros de la injuria y de la mendacidad. Es decir, merecedores, con sobra de méritos, de las seis EMES…