El Papa de Roma, cabeza
visible –la invisible es eso: invisible– de la Institución religiosa más
antigua, formalmente, del planeta, es autoridad importante en el conjunto de la
Organización de las Naciones Unidas, que congrega en Nueva York su septuagésima
Asamblea General.
Por ello, la ONU entregó al
Papa Francisco la misión de dar al mundo el discurso inaugural. Es la primera
vez que ocurre tal cosa, y es, creo, más honrosa la distinción puesto que el
Vaticano no tiene asiento en la ONU como miembro permanente sino como Estado
Observador. Sin embargo, el Papa Francisco, con sus actuaciones públicas desde
cuando inició su mandato sobre la comunidad católica mundial, mandato no
obligante civil ni políticamente aunque sí moralmente, cuestión por cierto
eludible, se ha ganado ante la ONU y ante la audiencia mundial un respeto y una
jerarquía que, posiblemente, no se le atribuía a un Papa desde los tiempos de
Juan XXIII. Es una voz oída en todo el orbe por creyentes, no creyentes, ateos,
agnósticos e indiferentes. Que esa voz, aparte de oída y respetada, sea también
escuchada y acatada, es otro asunto. Y es el tema de este análisis.
Dejemos de lado el interesante
pero hoy impertinente asunto de la historia de la Iglesia de Roma desde su
improbable fundación por Jesucristo al pronunciar la frase famosa aunque de
veracidad discutible: “Tú eres Pedro y sobre esta Piedra edificaré mi iglesia”,
según dice el Evanjelio de Mateo, escrito según fuentes numerosas entre los
años 80 y 90 de la Era Cristiana. El escriba tomó la frase al menos 50 años
después de la muerte de Jesús, de la tradición oral, siempre variable y poco
confiable (decía mi abuela que de lengua en lengua la llovizna se vuelve
tempestad), y la historia de la Religión la toma como Acta de Fundación de una
Entidad que adolece de otras falencias. Por ejemplo, su legitimidad como Ente
rector y orientador de la Moral y el comportamiento humanos. Legitimidad en
sentido ético, jurídico o político, no como dogma para creyentes, en ese
sentido para ellos indiscutible.
Lo cierto es que el Sumo
Pontífice es una Autoridad Estatal importante, y su voz y sus opiniones tienen
cabida y calado indiscutibles aunque sea por mero respeto, consideración o
educada tolerancia, en la Asamblea y en el mundo. Muchos delegados o
mandatarios nacionales hay a los cuales la voz del Papa les resbala, aunque la
oigan con educada deferencia.
Escuché el discurso completo, excepto los dos o tres minutos en
que la señal de Telesur se interrumpió debido a una “interferencia solar”, que
no pongo en duda. Y lo bajé de la Red para leerlo y analizarlo. Y trataré de
comentarlo a partir de unas pocas frases sobre temas fundamentales para la
humanidad. Eludo comentar las que tienen que ver con la fe de los creyentes,
porque ese no es mi campo ni es mi interés. Carezco de fe en la misma
proporción en que padezco de curiosidad.
Tres claras estrategias
Analizando el camino del Cardenal Jorge Bergoglio desde cuando
abandonó ese nombre –y su discutible pasado– para iniciar una nueva ruta con
las “Sandalias del Pescador”, no tengo dudas de que en sus palabras desde la
Sede Apostólica y en sus viajes por los espacios de la grey católica, Francisco
tiene tres estrategias o derroteros de los cuales sólo se aparta para alguna
acotación marginal o un comentario entre serio y risueño, como para bajar el
tono solemne con que es recibida por la gente la palabra del Papa.
Y esas estrategias o caminos son: 1) el amplio y universal
significado político y humanista de su papado; 2) su actitud personal y
pastoral hacia ciertos puntos cruciales y específicos que afectan países a los
que visita o a los que se refiere en algún acto Ad Hoc; y 3) su tal vez
principal objetivo, tratar de recomponer los viejos muros de un edificio
ideológico, teológico y político que no sólo hace agua por las junturas sino
que ve carcomidos sus cimientos por una antigua y bien entronizada corrupción, por
su tradicional apego y cercanía con las clases sociales y económicas
dominantes, y por una también antigua condescendencia cómplice con prelados de
infame conducta en su trato con la niñez y la adolescencia.
Para cada una de esas estrategias o caminos, vinculadas entre sí
por el hilo conductor de la última, que las enlaza, Francisco ha tenido frases
que evidencian sus propósitos, sin duda tan legítimos como laudables, de
reconstruir lo que algunos papas desde Pío XII han deteriorado por complicidad
con la maldad, por alcahuetería con la corrupción y la inmoralidad conductual
de muchos prelados, y por su alejamiento de los intereses humanos de la
población marginada del planeta. La frase “Iglesia de los Pobres”, hasta
Benedicto XVI y con el corto intervalo de Juan XXIII, dejó de ser consigna evangélica
para convertirse en cliché sin sustento ni condumio.
Estrategia 1: Francisco el Político
Aparece entonces Francisco, en el cumplimiento de su primera estrategia,
con una frase que le habrá ganado al calificativo de Comunista por los sectores
más reaccionarios de la política estadounidense, que no están sólo en el
Partido Republicano o en la secta de la señora Palin, el Tea Party:
“Al mismo tiempo, los gobernantes han de hacer todo lo posible a
fin de que todos puedan tener la mínima base material y espiritual para ejercer
su dignidad y para formar y mantener una familia, que es la célula primaria de
cualquier desarrollo social. Ese mínimo absoluto tiene en lo material tres
nombres: techo, trabajo y tierra; y un nombre en lo espiritual: libertad del
espíritu, que comprende la libertad religiosa, el derecho a la educación y los
otros derechos cívicos”.
Remplazando la frase “libertad religiosa”, que lleva el agua al
molino de la Iglesia, por una más amplia y universal como “Libertad de
Pensamiento”, Francisco aboga no sólo por la independencia intelectual de la
humanidad, sin coyundas políticas ni cerrojos ideológicos, sino que va contra
la acumulación codiciosa de riqueza, la desigual distribución de los recursos
económicos de la humanidad, sujetos de avaricia, especulación y explotación sin
medida, contra el consumismo excesivo y la exagerada ostentación de los dueños
de la riqueza del planeta.
Si agregamos su preocupación por la suerte del planeta y por el
creciente deterioro ambiental producto de un desarrollismo que se titula
progreso pero no es más que depredación, tenemos un Papa que atiende al futuro
de la especie y de su Casa, hoy en manos de una industrialización y una
explotación ilimitada de recursos naturales y humanos que puede llevarnos al
colapso en pocas décadas… o años. A esa política depredadora se refiere
cuando dice:
“Cualquier daño al ambiente, por tanto, es un daño a la humanidad.
(…), porque cada una de las creaturas, especialmente las vivientes, tiene un
valor en sí misma, de existencia, de vida, de belleza y de interdependencia con
las demás.
“El abuso y la destrucción del ambiente, al mismo tiempo, van
acompañados por un imparable proceso de exclusión. En efecto, un afán egoísta e
ilimitado de poder y de bienestar material lleva tanto a abusar de los recursos
materiales disponibles como a excluir a los débiles y con menos habilidades, ya
sea por tener capacidades diferentes (discapacitados) o porque están privados
de los conocimientos e instrumentos técnicos adecuados o poseen insuficiente
capacidad de decisión política”.
No ha sido menos elocuente Francisco en sus comentarios acerca de
tragedias para la humanidad que son bonanza de un Capitalismo sin moral y sin
límites: La guerra, el narcotráfico, la trata de personas. Son sus palabras:
“La guerra es la negación de todos los derechos y una dramática
agresión al ambiente. Si se quiere un verdadero desarrollo humano integral para
todos, se debe continuar incansablemente con la tarea de evitar la guerra entre
las naciones y entre los pueblos. El Preámbulo y el primer artículo de la Carta
de las Naciones Unidas indican los cimientos de la construcción jurídica
internacional: la paz, la solución pacífica de las controversias y el
desarrollo de relaciones de amistad entre las naciones. Contrasta fuertemente
con estas afirmaciones, y las niega en la práctica, la tendencia siempre
presente a la proliferación de las armas, especialmente las de destrucción
masiva como pueden ser las nucleares. Una ética y un derecho basados en la
amenaza de destrucción mutua –y posiblemente de toda la humanidad– son
contradictorios y constituyen un fraude a toda la construcción de las Naciones
Unidas, que pasarían a ser “Naciones unidas por el miedo y la desconfianza”.
Hay que empeñarse por un mundo sin armas nucleares, aplicando plenamente el
Tratado de no proliferación, en la letra y en el espíritu, hacia una total
prohibición de estos instrumentos”.
Y agrega:
“El narcotráfico por su propia dinámica va acompañado de la trata
de personas, del lavado de activos, del tráfico de armas, de la explotación
infantil y de otras formas de corrupción. Corrupción que ha penetrado los
distintos niveles de la vida social, política, militar, artística y religiosa,
generando, en muchos casos, una estructura paralela que pone en riesgo la
credibilidad de nuestras instituciones”.
Otros temas relacionados con esta primera estrategia, han sido
preocupación del Papa: la tragedia de las migraciones hacia Europa y EEUU, y no
precisamente la de unos cuantos balseros desde Cuba sino la de los miles de
migrantes que sufren o mueren en aguas del Mediterráneo, la injusticia del
régimen de prisiones (Privadas) en los EEUU, el abuso sexual infantil en todo
el mundo, en fin, la exclusión y la marginación en los viejos imperios contra
los descendientes y herederos de la explotación colonialista.
Estrategia 2: Francisco, Mediador y Acicate
La segunda estrategia Franciscana, su actitud personal y pastoral
frente a hechos puntuales, ha tenido eficaz cumplimiento de manera especial en
su visita a Cuba y en sus encuentros y conversaciones con los líderes del
Gobierno Cubano y los representantes del Gobierno y las Guerrillas en los
diálogos por la Paz en Colombia, tanto en este viaje como en el anterior por
América Latina. Aunque los voceros de la derecha cubana en Miami y en los
medios afectos en Europa y América hayan protestado por ello, Francisco no fue
a Cuba ni vino a la América Latina a confrontar con los gobiernos de los
Estados progresistas, sino a manifestarles su apoyo personal y pastoral. Eso ha
sido evidente y ninguna lectura o “interpretación” manipulada de sus mensajes
pastorales lo puede cambiar.
No gusta a la derecha conceptual ni a los administradores del stablishment neoliberal capitalista,
pero lo cierto es que Francisco, haciendo honor al compromiso que conlleva el nombre del
Poverello de Asís, es un Papa más a la izquierda de lo que están dispuestos a
entender o a tolerar los adalides de la Economía de Mercado. Es, creo yo, un
Papa Socialista.
No cabe duda de que el restablecimiento de relaciones entre los
EEUU y Cuba, el aminoramiento de las limitaciones impuestas por un bloqueo de
60 años, así como el avance acelerado de los últimos días en las conversaciones
de Paz entre el gobierno colombiano y las guerrillas de las FARC, han tenido en
el Papa Francisco más que un catalizador, un potente reactivo que ha sacado de
su parsimonia indolente a los dos procesos, ha logrado un cambio evidente en la
Casa Blanca y forzado un empujón importante en el Palacio de Nariño tanto como
en el Palacio de las Convenciones de la capital antillana.
Estrategia 3: Francisco, el Pastor de la grey
La Tercera Estrategia de Francisco se sustenta, se apoya y se
impulsa en las dos anteriores ya descritas. Y no es otra que recuperar para el
Catolicismo una parte importante y numerosa de una grey dispersa no sólo por el
abandono de los anteriores pontífices, sino por el creciente y oportunista
avance de las sectas protestantes, siempre dispuestas al escalamiento del
negocio de la fe; al avance, en América Latina lento, casi inexistente, de las
doctrinas fundamentalistas y fanáticas derivadas del Islam; el regreso incluso
a prácticas religiosas ancestralistas tanto en los Andes indígenas como en el
Caribe Afrodescendiente; y al lento caminar de un agnosticismo y un ateísmo que
avanzan, sin prisa pero sin pausa, a horcajadas de la razón, la investigación y
el conocimiento, y va ganando espacios lentamente y por ahora, en círculos
estudiosos, intelectuales, artísticos, académicos o simplemente racionales y
curiosos, que han decidido no tragar enteros los dogmas de un Cristianismo de raíces
evidentemente mitológicas.
Como Jefe de la Iglesia Católica, a Francisco no se le escapa que
todo lo anterior ha mermado de manera considerable un inventario de creyentes
católicos, algo inusual en otros momentos de la
historia menos permeados por la ciencia y la investigación. Y como buen
político, aparte de máximo rector de las doctrinas de la Iglesia de Roma, aprovecha
su carisma, su sencillez cercana al pueblo, su don de gentes y su simpatía
personal, para recuperar algo del terreno que la indolencia o la soberbia de
sus antecesores, había perdido. A buen seguro su actitud abierta, campechana y
sin duda atrayente, ha tenido entre los creyentes evadidos a otros credos, más
recuperaciones que entre el cuestionador y descreído grupo de los herejes por desilusión
o de los ateos por convicción. Pero, inteligente y perceptivo como es, pensará
que algo es algo…
Comentarios finales
Observando y analizando con atención cada una de las estrategias
descritas, se impone una especie de “balance de resultados”.
Sin lugar a dudas, una parte de la Segunda Estrategia, su
preocupación o, más bien, su cercanía humana y pastoral con el gobierno cubano
y su legitima exigencia de suspensión del injusto y criminal bloqueo al que ha
sido sometida Cuba por más de 60 años, ha tenido éxito un tanto previsible pero
nada seguro al inicio de su Pontificado y de sus gestiones de acercamiento
entre los dos gobiernos.
El criminal bloqueo económico nunca logró siquiera acercarse a
provocar la caída del régimen cubano, que fue el objetivo de la deleznable
política excluyente, en su tiempo apoyada con deplorable servilismo por casi
todos los países de América Latina, muchos de ellos en manos de dictaduras
propiciadas y sostenidas por la Casa Blanca. El Papa Francisco, consciente de
un fracaso inadmitido en Washington, vio allí la posibilidad de dibujarlo ante
los ojos cegatones del Congreso y de la Casa Blanca, y lograr el sofrenado
acercamiento que ambas Naciones posiblemente deseaban, pero que la cavernaria e
influyente cubanía de Miami postergaba.
Ante la sugerencia papal y la presión del resto del mundo
evidenciada en numerosas votaciones contra el embargo en las Naciones Unidas, el
Gobierno de Barack Obama ha tenido que ceder en el injusto cerco económico y
político contra Cuba, en primer término restableciendo las relaciones
diplomáticas, paso necesario para la eliminación del bloqueo comercial que
ahora sólo tiene la oposición del Partido Republicano, recalcitrante enemigo no
ya solo del régimen cubano sino de la libre determinación de los pueblos y de
la soberanía de las naciones.
Por otra parte, las conversaciones de paz entre el gobierno
colombiano y las guerrillas de las FARC, también avanzaban en el Palacio de las
Convenciones de La Habana, a ritmo de tortuga coja. Las maniobras politiqueras
del ex Presidente Álvaro Uribe y sus trinos (twitazos) guerreristas enfocados a
sabotear el Proceso de Paz e imponerles a las FFAA de Colombia su ya ilegítima
influencia negativa, habían logrado retardar las conversaciones, poner palos en
la rueda y malquistar a la población colombiana, hastiada de la guerra pero
temerosa de una posible trascendencia política de las FARC en el panorama
electoral colombiano, con un Proceso de Paz que a ratos parecía indetenible y
otros ratos a punto de naufragar.
En esas estaban en La Habana, en el Palacio de Nariño y en las pretensiones
vengativas de Uribe, cuando, parafraseando la canción protesta de aquellos
años, “Llegó el Papa y mandó a seguir”. En su visita pastoral anterior a la
América Latina, aunque no tocara tierras colombianas pues la visita se limitó a
Ecuador, Bolivia y Paraguay, no hay duda de que sus frases y comentarios sobre
el proceso de paz y sus muy posibles cercanías con funcionarios, delegados o
elementos de buena voluntad, haya logrado debilitar la megalómana actitud del
ex Presidente Uribe, y reforzado, por contera, la imagen del Presidente Santos
y su ambición de pasar a la historia como el ejecutor, valga la palabra, de la
Paz en Colombia. Y, también más que posiblemente, durante su visita reciente a
Cuba, algo debió sugerir directa o indirectamente a los negociadores, para que
tomaran en serio un Proceso de cuya feliz culminación dependía la suerte futura
de 50 millones de habitantes víctimas de un conflicto excesivamente largo y
destructor. El casi sorprendente sprint –para utilizar un término ciclístico
del agrado de Colombia– de los últimos días de la semana anterior a la Asamblea
de la ONU en las conversaciones de paz, que le permitió al Presidente Santos
llevar a la ONU casi un Mensaje de triunfo, debió tener en Francisco, aunque
solo fuera por su presencia y sus frases al desgaire, un imprevisto –o no
tanto– empujón, no antideportivo sino pastoral…
En cuanto a la Estrategia 1, o sea el papel Político del Papa
Francisco en los diferentes espacios nacionales o multinacionales, en el buen
sentido, es muy posible que su pensamiento y su palabra no sean suficientes
para que el Mundo actual detenga o aminore su acelerada marcha hacia el abismo,
a buena cuenta de la depredación ambiental, la ambición y la codicia
capitalista, el incremento del narcotráfico a causa de una prohibición que lo
ha convertido en el gran negocio que es para el sistema financiero
internacional, receptor de sus inmedibles recursos, el armamentismo de los
países más desarrollados, la injusticia en los términos de intercambio entre
naciones ricas y el Tercero y Cuarto mundos, las migraciones devenidas a menudo
en tragedia y muerte en mares y fronteras inaccesibles, la trata de personas y
el abuso infantil.
Es decir, las Grandes Tragedias Humanas, de las cuales son
responsables los líderes económicos, políticos, sociales y religiosos del
Planeta que han conducido a la humanidad a un camino quizá sin regreso de
degradación y muerte, no se detendrán y ni siquiera se verán amainadas por lo
que diga o piense o exclame el líder espiritual de poco más de mil millones de
personas. Como se dijo arriba, a la mayoría de esos líderes, empeñados en la
conquista o el mantenimiento del poder económico y político, las palabras del papa les resbalan.
Las oyen pero no las escuchan Y, mucho menos, las acatan.
Queda, al final del balance, la posibilidad de un saldo positivo
para la Iglesia de Roma, gracias a los esfuerzos políticos, insuficientes en lo
general aunque exitosos en lo particular, del Papa Francisco, en términos de su
labor pastoral de reconquista de fieles disgregados o evadidos del rebaño. Con
sólo que logre detener el éxodo de creyentes y aminorar su marcha hacia otras
fuentes de igualmente falsas esperanzas, Francisco habrá hecho por la Iglesia
que regenta, un trabajo suficiente como para mantener adherida con el inasible
nudo de la fe en lo improbable, un rebaño que poco necesita para dispersarse:
apenas un canto de sirena de otro credo con promesas más inmediatas y
factibles.
buhomar.blogspot.com
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