domingo, 25 de octubre de 2015

Colombia vota mañana… para el futuro.

El domingo 25 de octubre, habrá en Colombia elecciones para autoridades seccionales y regionales: gobernaciones y asambleas departamentales, alcaldías y concejos municipales, y juntas parroquiales. Y si nos atenemos a la realidad social y política del momento, los 33 millones de colombianos aptos para votar, y sin mirar a la derecha ni a la izquierda aunque los dos lados están bien definidos en sus cercanías ideológicas, tienen un  panorama que puede dibujarse en 3 caminos evidentes:

1.- Una ultra derecha guerrerista y paramilitar que, de triunfar, hará todo lo posible y con renovados bríos, por torpedear el Proceso de Paz y volver a las masacres, los desplazados, a la corrupción administrativa –que tampoco ha desaparecido, por cierto, pero se agudizaría al extremo–, a la guerra indefinida y eterna que le permite a esa ultraderecha enriquecerse y acaparar tierras “liberadas” de campesinos por las bandas paramilitares, a las tumbas colectivas y a los falsos positivos. Es decir, el acceso de nuevo al poder casi total de las huestes uribistas identificadas, falsamente, como Centro Democrático. Que ni es centro ni es democrático por ninguno de sus lados: es simple y llanamente, fascismo corrupto y violento, que medra y vive de la guerra porque ese ha sido y es su camino de enriquecimiento y de venganza.

2.- Hacia el Centro, y en el caso de Bogotá, la alcaldía más importante y verdadera antesala de la Presidencia de la República, el motejado de Liberal pero impregnado de uribismo y vinculado a lo peor de la política colombiana en los últimos 70 años, Enrique Peñalosa. Fue un buen alcalde y podría volver a serlo, pero su cercanía con el ex presidente Uribe lo contamina. Y si de ahí salta a la Presidencia de la República, el peligro de un regreso del uribismo más corrupto y criminal es patente. Si llega con votos del Centro Democrático, los tendrá que pagar.

Por el otro lado pero en el mismo sector centro derechista, Rafael Pardo, más cercano al actual Presidente y más comprometido con la paz, pero igualmente miembro de la oligarquía bogotana. No es garantía de progreso ni de cambio sino de regreso al pasado pre Uribe. Nada confiable.

3.- La Tercera Opción, está a la izquierda con Clara López. Identificada con el Proceso de paz y claramente definida como persona de ideas progresistas, en la resignificación que el vocablo tiene en la América Latina y su nuevo rumbo hacia el socialismo, Clara López sería, como Alcalde de Bogotá, un peldaño cierto en la escalera hacia la conquista del poder. Escalera, por cierto, aún muy empinada por el conservadurismo de la sociedad colombiana y la dependencia intelectual, moral y emocional de la mayoría de su población de los dogmas e imposiciones de la Religión Católica. Si a ello se agrega la influencia, aún muy grande, que tiene el ex Presidente Uribe en un sector refractario a darle oportunidades políticas a las guerrillas una vez alcanzada la paz, el camino se torna todavía más arduo y la escalera más resbaladiza.

Sin embargo, ya existe un sector de la sociedad colombiana que poco a poco se va alejando de las promesas militaristas de Uribe de conseguir la paz mediante la guerra, dado que esa política de violencia militar y paramilitar coaligadas no dio resultados positivos, en el buen sentido, en 8 años de mandato, y en cambio produjo un hondo deterioro ético de las FFAA. Aparte de una incierta pero en todo caso numerosa cantidad de víctimas inocentes, cerca de 4 mil considerados como falsos positivos. En cuyo número no se cuentan todas las víctimas incineradas, enterradas en fosas comunes y desaparecidas por otros métodos, todo ello dentro del objetivo del gobierno uribista de acabar con las guerrillas.


Colombia tiene, pues, el domingo, 25 ante sí, la posibilidad de darle fin a un conflicto de 60 años que parece a punto de terminar, o de retrotraer la sociedad colombiana a las épocas aciagas cuando el nefasto gobernante prometía y la gente ingenua o desesperada creía que sólo la violencia oficial y extraoficial, podía terminar con la violencia guerrillera. Ya se vio que no es así. Pero una cosa dice la lógica y otra la mentalidad de un pueblo más cercano al Corazón de Jesús que a la justicia social. Y muy proclive a la compra de votos…

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