martes, 27 de octubre de 2015

Sin motivo aparente… 

Descripción un tanto irrelevante. Mi casa y mi habitación, albergan libros. Al frente de mi cama, literatura europea y norteamericana; al lado izquierdo, latinoamericana, española y portuguesa. En el pasillo, justo al salir y a la izquierda, el estante de los escritores ecuatorianos. Al lado, en mi “escritorio”, enciclopedias y libros de consulta, de ciencia, de historia, de economía y de política, biografías y Ensayo. Y, por supuesto, filosofía y teología y religiones, literatura de Oriente y un poco de lo poco que llega del Continente de los orígenes. Y diccionarios. De casi todo porque casi todo lo ignoro y debo consultar a menudo “qué es eso” que me inquieta o me produce curiosidad.
También hay, claro, un televisor. Veo noticias, una película, algo de fútbol cuando hay un buen partido, y series gringas de misterio y de crímenes. No aguanto las de humor. El humor gringo me parece chirle y forzado. Y muy bueno, en cambio, cuando no se propone “ser” humor, La estupenda serie SCORPION (martes a las 20:00 en AXN, y no es cuña), aventuras de cuatro genios con IQ más alto que el de Einstein –todos rondan los 190–, es todo un canto a la ciencia y la tecnología con gags de humor que ya quisieran las “humorísticas”.
Me llama mucho la atención que haya tantos, tan diversos y perversos criminales en esos filmes de no más de una hora de duración y siempre en formato teleserie con argumento continuo. Pululan en ellas asesinos en serie y asesinos múltiples, psicópatas y sociópatas, torturadores sádicos, degenerados sexuales y violadores, en fin. Toda una fauna de criminales de la peor especie, en una sociedad que se ufana de ser la más desarrollada del mundo. Pero no es el desarrollo material, industrial y ni  siquiera el científico, lo que retrata y perfila el “alma” de una sociedad, su psiquis colectiva, su naturaleza ética y humana. No. Es el Arte el reflejo de lo que esa sociedad es por dentro, de lo que son sus individuos y lo que es ella en términos generales. Porque una sociedad, en el fondo, no es otra cosa que la suma de sus individualidades…
Sobre la cabecera de la cama, un bello desnudo fotográfico, regalo de Pablo Corral Vega. A lado y lado, dibujos eróticos que alguna vez me obsequió Patricio Palomeque. Los tenía en la sala y en el comedor pero noté que algunos visitantes se acholaban a la vista de los cuerpos desnudos de las dos jóvenes modelos de Pablo, y más aún con los enredos orgiásticos de Patricio, explícitos y atrevidos. Así que, como no me asusta el erotismo ni me produce vergüenza la desnudez ni el sexo me parece sucio ni pecaminoso, decidí ahorrarles vergüenzas y mortificaciones a mis escasos visitantes, y convertí mi cuarto en una especie de librería con sexo gráfico, ya que no real. O sea… Algo es algo. La edad que dicen… ese tiempo en el que el sexo es más que todo visto y leído… Y ni siquiera oral, escrito… 
Por ahí andan El amante de Lady Chaterley, los Trópicos de Miller, Memorias de una cortesana, algunas obras algo inocentes diría, de don José María, pero no Velasco Ibarra quien de lo que sé era entre ascético y pudibundo, sino del otro, de Vargas Vila, él sí, cachondo… También un tomo de Poesía erótica española e hispanoamericana y los sonetos de don Pedro Aretino, que se las traen… En un estante alto, mi pequeña colección de comics de Milo Manara, que no les tienen nada que envidiar a los sonetos de su paisano… Cine 3X, no tengo. El Porno cinematográfico me parece aburrido… Siempre la misma cabalgata… En cambio, sí rondan por ahí Historia de O, las Emannuelle, Vida de Adele, Ninfomanía de von Trier, Nueve semanas y media, Betty Blue y el Imperio de los sentidos, Orquídea salvaje, El Decameron de Passolini, el Amante y Primas cariñosas (que me alborota los recuerdos). En fin, varias más. Porque el cine erótico hecho con talento, es otra cosa…
También hay, en un pedazo de pared que dejó libre el estante hispanoamericano, una larga cabellera de lana azul, tejida en 9 trenzas iguales, ceñidas cada una con precisa simetría por un anillo multicolor también de lana. Cada trenza, esto seguro aunque sólo conté los de una, tiene 150 cabellos azules… La cabellera, que me recuerda a Léa Seydoux, la hermosa protagonista de cabello azul del filme de Abdellatif Kechiche que ganara Cannes hace algunos años, la tejió una mujer que ocupó espacio hondo y largo en mi vida… hace años. Espacio que vació primero, llenó después y desapareció luego como un relámpago, una “niña linda” cuya presencia física no duró tanto, pero que sigue ahí… en la memoria… Y en el túnel del tiempo de ese vacío…
A lado y lado, los veladores. Disculpen la prolijidad pero ahora llego a lo que importa. Al menos a mí. Los libros, digamos, de cabecera. Los de siempre. A los que acudo cuando me siento bien o cuando me siento mal. Los que me salvan o me refuerzan. Los que vitalmente me entristecen con mesura o me alegran con generosidad. A mi izquierda, entre el cabezal de la cama y las tablas del librero, apretados por un trozo desigual pero con un lado plano y recto de roca volcánica que traje hace años del Parque Nacional del Cajas, en Azuay, están al alcance de mi mano zurda Don Miguel de la Mancha en la hermosa edición limitada que hizo en Valencia en 1967 Alfredo Ortells Ferriz, con motivo de los 1,000 años del Idioma Español, encuadernada en cuero repujado a mano, con 156 grabados de Gustavo Doré, comentada por don Diego Clemencín y un estudio crítico de Luis Astrana Marín. (No lo presto. Ni lo vendo). Al lado y hacia el fondo, las obras completas del dramaturgo inglés –ya saben cuál– en una bella edición de Aguilar, que ya no existe, también de 1967. Vecinos, los 4 tomos –me falta el Nro. 1 que desapareció de mi biblioteca hace algunos años y espero haya sido leído y gozado– las Obras Completas de Octavio Paz en la bella edición de Galaxia Gutemberg del Círculo de Lectores, de 2001; enseguida, los también 4 tomos –no falta ninguno– de las Obras Completas de Jorge Luis Borges en la Edición de Emecé Editores, de 2000. Otra, más antigua y de la misma Editorial, en un solo tomo, envejece y amarillea en otro lugar. Al final de la fila, el diccionario Larousse, compañero imprescindible del lector que pretende escribir. A la par que los significados académicos de los vocablos de la lengua, funge también de precisa cuanto resumida enciclopedia de nombres ilustres y lugares del mundo. Y hasta tiene unas cuantas páginas de latinajos más o menos recurrentes.
En el velador a mi derecha y también apretados por un pedazo de roca del mismo origen, diez o doce volúmenes de los distintos temas que me interesan: economía, historia, política, dos o tres novelas recientes, García Lorca y Neruda, Montale y Kavafis, Vallejo. Al alcance. La mayoría, excepto los poetas, no duran sino lo que dura su lectura. La  atosigante actualidad se impone y remplaza a Hobsbawm por Auster, a Murakami por Chomsky, a William Ospina por Karen Armstrong, a lo más reciente de Vásconez o de Cárdenas, por lo actual de Ubidia o de E. Carrión… Y así… 
El final –o inicio– de la historia, es que anoche no podía dormir, en lo cual tiene culpa cierta burocracia financiera que ejerce su metro cuadrado de Poder por los lados de la Wilson, y decidí volver a Borges. Estiré la mano sabiendo que, al final, alanzaba a tocarlo… Al oscuro tomé un libro, encendí la luz y vi que era el Segundo Tomo, que empieza con uno de sus mejores libros: Otras inquisiciones, publicado en 1952. Y lo empecé a leer desde el primer Ensayo, textos cortos que Borges llama con sencillez, Notas… La segunda Nota es “La esfera de Pascal”, y alude tanto a la circunferencia y a sus puntos, como al Universo y, por supuesto, al dios cristiano que Borges cita, respetuoso: Dios.
Esa lectura, y la de otras Notas de ese tomo, me llevaron a ciertas lucubraciones que dejaré para otro rato… Porque ahora me ocupa otra idea: La cama es un lugar en el que sólo tienen cabida el amor, su necesario complemento el sexo, la literatura y el sueño. Por eso en mi cama siempre hay uno o varios libros, muy ocasionalmente una bella compañía, y el sueño. Jamás llevaría a la cama, y esta es la idea, un computador portátil, una iPad o un Kindle… Me parecería una irrespetuosa profanación…

Como llevar una muñeca de plástico en lugar de acudir al deseado y deseable cuerpo de una amiga… ESA amiga… 

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