sábado, 16 de abril de 2016

Aquellos "Días de radio"

A propósito de Frecuencias y otras yerbas…

El martes de la semana que pasó, compartí en el IAEN un diálogo sobre la iniciativa estatal –Gobierno y Asamblea– de llamar a concurso público y abierto para conceder licencias radiales y de TV, bajo la premisa ya resuelta de 33% para concesionarios privados, 33% para el Estado y 34% para uso comunitario.
Intervinimos el Moderador Patricio Jarrín, el ex Embajador en México Francisco Herrera Aráuz, hoy de nuevo en la Radio, dos radiodifusores de emisoras comunitarias en Tulcán y en Santo Domingo de los Tsáchilas, y yo en calidad de Periodista con larga data en Ecuador y algunas intentonas en la Radio. Una de ellas en Radio la Luna, en tiempos de Luis Dávila, en un programa sabatino de 2 horas en el que conversábamos de lo humano y lo divino, pero sobre todo de arte y literatura, con invitados como Abdón Ubidia, entre otros.
 Duró mientras estuvo Lucho Dávila al frente de la emisora. Fue retirado del aire (no cobraba un real, por si alguien se inquieta por ello) porque el conductor y los invitados hablábamos mucho de “esas cosas culturales”, lo cual es cierto: de eso se trataba, según creí. Pero el nuevo Director era de otro parecer. Que dicho Director haya llegado a ser Ministro de Cultura después de la inefable Ministra Descolonizadora, es lo que yo suelo llamar “una feliz coincidencia”. Siempre se puede empeorar…
Empero, el programa me sirvió, el año que estuvo al aire, para la nostalgia: recordé cuando a los 14 años tuve un espacio en la radio municipal de mi pueblo, que trasmitía al público en vivo y en directo los domingos desde los altavoces del Teatro Santander, y en el cual espacio, también, hablaba mucho. Mucho y de todo. Y no es que tuviera corresponsales en el ancho mundo, y ni siquiera amigos chismosos en la capital, sino que me limitaba a leer, y a comentar (¡ya “o(s)pinaba!) las noticias que leía en los dos diarios que llegaban al pueblo.
Mi abuelo era asiduo lector de El Tiempo –liberal– y El Siglo ­–conservador–, ambos de Bogotá. El Tiempo no circulaba mucho y la dueña de la librería, la Señorita Elvira, se extrañaba de que mi abuelo comprara todos los días el Gran Diario Liberal. Que comprase El Siglo era natural pues se trataba del periódico godo, fundado por Laureano Gómez, el Gran Gurú de la godarria, y para los miembros de la azul y devota cofradía, casi todo el pueblo, era La Biblia.
Así que El Tiempo les llegaba a mi abuelo, conservador de raca mandaca, y a los jefes de las 5 familias liberales, para desconcierto de beatas y reconcomios del cura, el Padre Manuel Salvador Cano J. Nada que ver con mi abuelo, gracias sean dadas a quien sea. En todo caso el Cura no miraba el asunto con agrado. Eran los viejos tiempos en que los pocos liberales, esos “hijos de Satán”, oían la misa desde el atrio porque les estaba prohibido entrar a la iglesia.  En la política nacional, El Tiempo y El Siglo sugerían un par de nombres para el Presidente de turno, el Club Unión de Medellín ratificaba a uno de ellos, y Monseñor Miguel Ángel Builes, desde Santa Rosa de Osos (cuna del poeta Porfirio Barba Jacob, cosa que seguramente no aprobaba Monseñor), le daba el Imprimatur. Luego la gente votaba pero eso es lo de menos… 
También leía con regocijo y muchas ganas de aprender a escribir así, las crónicas que sobre el mejor fútbol del mundo, el argentino por supuesto, escribían para El Gráfico (le llegaba semanalmente al padre de un amigo), los inolvidables Frascara, Borocotó, Juvenal, Ernesto Lazzati y otros de igual nivel. Una hora antes de la función nocturna del teatro a las 9 pm., yo me divertía leyendo noticias del día… anterior, y rememorando los goles de Pedernera, Distéfano, Ferreyra, De La Matta, Perucca, Rossi, Labruna, Moreno y otros genios del fútbol rioplatense.
Y, claro, como ayer en La Luna y hoy en donde sea, hablaba mucho. Pero como el dueño de la Radio y del Teatro era un amigo, me aguantaron hasta que me aburrí de perorar dominicalmente, y me dediqué a estudiar y a otras cosas posiblemente menos confesables.
Pero vamos al tema del panel, la concesión de frecuencias en los porcentajes dichos arriba, algo inédito en un país en donde las frecuencias de radio y televisión han estado siempre en manos de quienes han tenido dinero o influencias para hacérselas otorgar por la Entidad del caso en el Gobierno de turno.
Hoy, en buena hora, las frecuencias se otorgan democráticamente, aunque se comentan errores. Lo cual no me parece del todo mal: metiendo la pata al comienzo es como se aprende a hacer las cosas bien. El Arte de Gobernar es como la vocación de Periodista o como la sana costumbre de montar en bicicleta: se aprende escribiendo y montando… No se estudia para gobernar ni para ser padre o madre: se aprende sobre la marcha y, por supuesto, a ratos se hace mal lo que se quiere hacer bien. Pero, también sobre la marcha, se puede CORREGIR EL RUMBO…
De modo que el Estado y los funcionarios a cargo, deberán ir corrigiendo errores a medida que se otorguen las frecuencias, sobre todo las comunitarias, en lo cual no hay ninguna experiencia en el país: ni de las Comunidades solicitantes ni de la burocracia que las otorgará. Los concesionarios privados, según las bases del Concurso, deberán ser personas o empresas vinculadas al periodismo radial o televisivo, en lo posible, aunque eso no es tan fácil porque el asunto es costoso y no cualquiera tiene el dinero suficiente para una estación de radio, y menos para un periódico o un canal de teve.
 En cuanto al Estado, me parece excelente que Gobierno, Asamblea, Poder Judicial, Provincias, Cantones y Parroquias, tengan medios de comunicación oficiales, y no sólo radiales. También escritos y televisivos si ello es posible. La Información, como la Salud y la Educación, son DERECHOS CIUDADANOS, SERVICIOS PÚBLICOS. Y si bien es imposible en nuestro Sistema Político que solo sean eso, Derecho y Servicio, y también deban ser negocio, no por ello el negocio tiene el derecho de satanizar que los preste el Estado. Esa ES SU OBLIGACIÓN: velar por la salud, la educación y la información de la comunidad. Porque cuando la Salud, la Educación y la Información son solo NEGOCIO, el pueblo pobre se muere sin atención médica, la gente pobre a duras penas llega a la Primaria y la ciudadanía de a pie sólo se entera de lo que les conviene que se sepa a los dueños del Poder Económico, que han sido siempre los dueños del Poder Político. Y eso es y puede ser cualquier cosa, menos DEMOCRACIA.
Y llamo de nuevo en mi auxilio a Aldous Huxley. Escribía en 1955, no lejos de la amenaza del recién derrotado fascismo y frente al enorme Poder que ya ejercían los EE. UU. en el planeta, quitando gobiernos y poniendo dictadores a su antojo. Y recordando las gracias que ya hacían en el periodismo norteamericano Joseph Pulitzer y Randolph Hearst: “Usted organice el atentado que yo le vendo al pueblo la guerra contra España”, le dijo uno de ellos al Presidente del Imperio a inicios del Siglo XX, y se adueñaron de Cuba, atentado mediante, en un periquete. Cito:

“A medida que el arte y la ciencia de la manipulación sean mejor comprendidos, los dictadores (e interesados magnates mediáticos coludidos con políticos, digo yo) del futuro, ­irán aprendiendo sin duda a combinar estas técnicas con las distracciones ininterrumpidas que, en el Oeste, amenazan con ahogar en un mar de cosas fuera de propósito la información racional que es esencial para el mantenimiento de la libertad individual y la supervivencia de las instituciones democráticas”.

Es por eso que los dueños de la DesInformación nos confunden directamente con farándula o farandulizando la política, mientras nos venden a los Macri, a los Cunhas, a los Rajoy, a los Peñas Nieto y a los que sean necesarios para mantener o reconquistar el Poder.
De todos modos, al parecer se trata de hacer las cosas bien y dando oportunidad a los marginados de siempre, comunidades y poblaciones rurales, para que puedan expresar sus inquietudes y opiniones. Y si alguien sabe que se conceden, como antes, licencias a dedo o se favorezca con ellas a los “amigos del Gobierno”, lo que se impone es ser buenos ciudadanos, denunciarlo con pruebas en la mano, y frenar a los corruptos de lado y lado. La chismografía de plaza de mercado, las consejas de costurero o las confidencias de SPA, no deben tener cabida en una sociedad responsable y ética.
Porque cuando hay alguien que se corrompe por dinero es porque alguien le ofrece dinero para corromperlo… 

Algo así fue lo que dije en el Conversatorio aquél. Lo ratifico aquí.

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