viernes, 29 de julio de 2011

Periodismo sucio

Quien busca, encuentra.

Es lo que acaba de ocurrirle al magnate de los medios, Rupert Murdoch, nacionalizado estadounidense cuando adquirió allí varios canales de televisión, y por comprensible gentileza del entonces Presidente Reagan. De Murdoch dijo Michael Wolf, su último biógrafo, con precisión no del todo inocente: “es un propietario de diarios de la vieja escuela, un defensor de la libertad de prensa, sobre todo para los propietarios de la prensa”. Más o menos el paradigma de la SIP.

Su diario bandera en Inglaterra, News of the World, competía en amarillismo y falta de escrúpulos con sus tabloides sensacionalistas The Sun y The Mirror. Pero llegó demasiado lejos: espionaje telefónico a la familia real, a personajes notorios y a víctimas comunes, para atizar las llamas del escándalo y la maledicencia. Pero alguien tuvo los escrúpulos que le faltan al magnate y contó a la prensa seria las artimañas del empresario y de Rebekah Brooks, su Editora y protegida, para aumentar la tirada de sus diarios.

Entonces actuó la justicia inglesa, a la que nadie acusaría de atentar contra la libertad de expresión, y los 168 años de historia del diario londinense fueron a la basura a causa de su irresponsable periodismo, y a buena cuenta de una legislación que no perdona los delitos ni las argucias ilegales para obtener información de manera dolosa y anti profesional. Como es natural en un periodismo serio y en una nación seria, no hubo “espíritu de cuerpo” al que pudieran acudir los irresponsables comunicadores, y el magnate tuvo que clausurar el semanario y declarar en la Cámara de los Comunes, y la Editora renunciar salpicada de su propio lodo. Y en los EE UU empieza la reacción contra Murdoch y su imperio mediático.

El ejemplo de entrecasa es también aleccionador. El Presidente ganó en primera instancia su demanda contra el editorialista Palacios y El Universo, por haber escrito el uno y publicado el otro, esta perla de injuria calumniosa e irrespeto a la máxima autoridad de la Nación: “El Dictador debería recordar, por último, y esto es muy importante, que con el indulto, en el futuro, un nuevo presidente, quizás enemigo suyo, podría llevarlo ante una corte penal por haber ordenado fuego a discreción y sin previo aviso contra un hospital lleno de civiles y gente inocente. Los delitos de lesa humanidad, que no lo olvide, no prescriben”.

No se acusa de genocidio a nadie sin pruebas en la mano, y menos a quien es, guste o no, el Presidente de la República, sin enfrentar consecuencias legales. Esas que se invocan pero se desconocen por “espíritu de cuerpo”. Calumnia es calumnia en Inglaterra, en China, en Cafarnaún y en el Ecuador. Que fue exagerada la demanda del ciudadano Correa para sentar un precedente, apresurado el dictamen judicial e irregular la sentencia, es muy posible. Así como que hay cosas que no cuadran en el gobierno (Mincultura, por ejemplo), que ya comentaremos. Pero una cosa es criticar lo criticable y equivocado y otra distinta la injuria calumniosa con agravantes de irrespeto. El delito de calumnia existió pues el comentarista lanzó una acusación sin pruebas y se negó a rectificar.

Adendum: 1) A nuestro periodismo le estaban haciendo falta algunas renuncias y una lección. Una cosa son editorialistas y entrevistadores y otra muy distinta calumniadores de oficio (recordar el caso Samán) y acosadores mediáticos que perjudican a sus canales por odio, por vanidosa petulancia o por complejos estúpidos. 2) Ofrecer al Presidente, como lo hizo El Universo, que escriba una rectificación que graciosamente sería publicada, es concesión ridícula, irrespetuosa y fuera de lógica. Diario y columnista han debido tener la decencia y el profesionalismo de reconocer su error y rectificar. Les pudo el odio y la soberbia. 3) Cierto periodismo, tanto en la esfera privada como en la pública, se ha convertido en acusador, juez, testigo y verdugo. Y eso no es periodismo: es política.

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