Ser socialista o comunista
cuando se tiene hambre y se gasta y desgasta la vida en la lucha infame por la
sobrevivencia, muchas veces con recursos físicos, mentales e intelectuales pero
sin ningún apoyo económico, imprescindible en un sistema económico mercantilizado
y extorsionador, es muy fácil. Es lógico pero es también, en muchos casos,
oportunista. Serlo de esa manera, oportunista, garantiza que el individuo,
cuando solucione, si tiene la suerte de hacerlo, sus problemas básicos de vida,
denigrará de sus doctrinas y de su ideología interesada y se convertirá en un
conformista, si no en un nuevo adalid del Capitalismo Salvaje, de la Libre
Empresa sin restricciones y del Libre Mercado sin límites a la especulación, al
acaparamiento y al abuso. Humano como es, se torna codicioso o, por lo menos, "higiénico" beneficiario de lo que hoy le sobra y ayer le faltaba.
Es por eso que tanto antiguo
“comunista” o “socialista” fue derivando hacia el confort del capitalismo,
hacia el pensamiento unidimensional e "higiénico” que denigra del cambio y de quienes lo
promueven y facilitan: ya la cosa no es con ellos.
Por eso mismo, son muy
respetables quienes, desde una posición económica solvente, cómoda e incluso
privilegiada, son capaces de pensar en la suerte del 70% de la humanidad,
marginada y empobrecida por la concentración absurda de la propiedad y de la
riqueza en cada vez menos manos, y, sobre todo, LO SON QUIENES SE ATREVEN A
REALIZAR O AL MENOS A INTENTAR HACER DESDE AHÍ, ALGO EFECTIVO PARA QUE LAS
COSAS CAMBIEN Y EL MUNDO SEA MENOS INJUSTO Y DESIGUAL.
Es por ese camino por donde se
llegará algún día al equilibrio económico, a la justicia social, a una
“humanidad humana” en donde cada quien tenga lo que necesite a cambio de su
esfuerzo y de su trabajo, y quienes están impedidos para ello reciban lo que
merecen su condición humana y sus esfuerzos anteriores. Eso, por lo que enseña
la historia Económica del mundo, no lo hace la Empresa Privada, cuyo objetivo
más importante y casi único, es el incremento del capital y la maximización de
la rentabilidad de ese capital. Porque para la Actividad Privada Capitalista,
EL TRABAJO ES UN COSTO POR REDUCIR, NO UN FACTOR DE LA PRODUCCIÓN SIN EL CUAL
EL CAPITAL NO SIRVE DE NADA.
Entonces, para lograr ese
estado de cosas lógico, humano y honesto, se requiere un Estado Fuerte,
Solvente, Solidario y Eficiente. Un Estado al servicio de todos sus ciudadanos,
preferiblemente de los marginados y excluidos. Un Estado PROPIETARIO DE LOS
RECURSOS NATURALES DEL PAÍS, que promueva y garantice su utilización –NO SU
PROPIEDAD– por la actividad privada, con el respeto y el cuidado que merecen
los seres humanos y el Planeta.
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