A propósito de Frecuencias y otras yerbas…
El martes de la semana que
pasó, compartí en el IAEN un diálogo sobre la iniciativa estatal –Gobierno y
Asamblea– de llamar a concurso público y abierto para conceder licencias
radiales y de TV, bajo la premisa ya resuelta de 33% para concesionarios
privados, 33% para el Estado y 34% para uso comunitario.
Intervinimos el
Moderador Patricio Jarrín, el ex Embajador en México Francisco Herrera Aráuz,
hoy de nuevo en la Radio, dos radiodifusores de emisoras comunitarias en Tulcán
y en Santo Domingo de los Tsáchilas, y yo en calidad de Periodista con larga
data en Ecuador y algunas intentonas en la Radio. Una de ellas en Radio la
Luna, en tiempos de Luis Dávila, en un programa sabatino de 2 horas en el que
conversábamos de lo humano y lo divino, pero sobre todo de arte y literatura,
con invitados como Abdón Ubidia, entre otros.
Duró
mientras estuvo Lucho Dávila al frente de la emisora. Fue retirado del aire (no
cobraba un real, por si alguien se inquieta por ello) porque el conductor y los
invitados hablábamos mucho de “esas cosas culturales”, lo cual es cierto: de
eso se trataba, según creí. Pero el nuevo Director era de otro parecer. Que
dicho Director haya llegado a ser Ministro de Cultura después de la inefable Ministra
Descolonizadora, es lo que yo suelo llamar “una feliz coincidencia”. Siempre se
puede empeorar…
Empero, el
programa me sirvió, el año que estuvo al aire, para la nostalgia: recordé
cuando a los 14 años tuve un espacio en la radio municipal de mi pueblo, que
trasmitía al público en vivo y en directo los domingos desde los altavoces del
Teatro Santander, y en el cual espacio, también, hablaba mucho. Mucho y de
todo. Y no es que tuviera corresponsales en el ancho mundo, y ni siquiera
amigos chismosos en la capital, sino que me limitaba a leer, y a comentar (¡ya
“o(s)pinaba!) las noticias que leía en los dos diarios que llegaban al pueblo.
Mi abuelo era
asiduo lector de El Tiempo –liberal– y El Siglo –conservador–, ambos de
Bogotá. El Tiempo no circulaba mucho y la dueña de la librería, la Señorita
Elvira, se extrañaba de que mi abuelo comprara todos los días el Gran Diario
Liberal. Que comprase El Siglo era natural pues se trataba del periódico godo,
fundado por Laureano Gómez, el Gran Gurú de la godarria, y para los miembros de
la azul y devota cofradía, casi todo el pueblo, era La Biblia.
Así que El
Tiempo les llegaba a mi abuelo, conservador de raca mandaca, y a los jefes de
las 5 familias liberales, para desconcierto de beatas y reconcomios del cura, el
Padre Manuel Salvador Cano J. Nada que ver con mi abuelo, gracias sean dadas a
quien sea. En todo caso el Cura no miraba el asunto con agrado. Eran los viejos
tiempos en que los pocos liberales, esos “hijos de Satán”, oían la misa desde
el atrio porque les estaba prohibido entrar a la iglesia. En la política nacional, El Tiempo y El Siglo
sugerían un par de nombres para el Presidente de turno, el Club Unión de
Medellín ratificaba a uno de ellos, y Monseñor Miguel Ángel Builes, desde Santa
Rosa de Osos (cuna del poeta Porfirio Barba Jacob, cosa que seguramente no
aprobaba Monseñor), le daba el Imprimatur. Luego la gente votaba pero eso es lo
de menos…
También leía con
regocijo y muchas ganas de aprender a escribir así, las crónicas que sobre el
mejor fútbol del mundo, el argentino por supuesto, escribían para El Gráfico
(le llegaba semanalmente al padre de un amigo), los inolvidables Frascara,
Borocotó, Juvenal, Ernesto Lazzati y otros de igual nivel. Una hora antes de la
función nocturna del teatro a las 9 pm., yo me divertía leyendo noticias del
día… anterior, y rememorando los goles de Pedernera, Distéfano, Ferreyra, De La
Matta, Perucca, Rossi, Labruna, Moreno y otros genios del fútbol rioplatense.
Y, claro, como
ayer en La Luna y hoy en donde sea, hablaba mucho. Pero como el dueño de la
Radio y del Teatro era un amigo, me aguantaron hasta que me aburrí de perorar
dominicalmente, y me dediqué a estudiar y a otras cosas posiblemente menos
confesables.
Pero vamos al
tema del panel, la concesión de frecuencias en los porcentajes dichos arriba,
algo inédito en un país en donde las frecuencias de radio y televisión han
estado siempre en manos de quienes han tenido dinero o influencias para
hacérselas otorgar por la Entidad del caso en el Gobierno de turno.
Hoy, en buena
hora, las frecuencias se otorgan democráticamente, aunque se comentan errores.
Lo cual no me parece del todo mal: metiendo la pata al comienzo es como se
aprende a hacer las cosas bien. El Arte de Gobernar es como la vocación de
Periodista o como la sana costumbre de montar en bicicleta: se aprende
escribiendo y montando… No se estudia para gobernar ni para ser padre o madre:
se aprende sobre la marcha y, por supuesto, a ratos se hace mal lo que se
quiere hacer bien. Pero, también sobre la marcha, se puede CORREGIR EL RUMBO…
De modo que el
Estado y los funcionarios a cargo, deberán ir corrigiendo errores a medida que
se otorguen las frecuencias, sobre todo las comunitarias, en lo cual no hay
ninguna experiencia en el país: ni de las Comunidades solicitantes ni de la
burocracia que las otorgará. Los concesionarios privados, según las bases del
Concurso, deberán ser personas o empresas vinculadas al periodismo radial o
televisivo, en lo posible, aunque eso no es tan fácil porque el asunto es costoso
y no cualquiera tiene el dinero suficiente para una estación de radio, y menos
para un periódico o un canal de teve.
En cuanto
al Estado, me parece excelente que Gobierno, Asamblea, Poder Judicial,
Provincias, Cantones y Parroquias, tengan medios de comunicación oficiales, y
no sólo radiales. También escritos y televisivos si ello es posible. La
Información, como la Salud y la Educación, son DERECHOS CIUDADANOS, SERVICIOS
PÚBLICOS. Y si bien es imposible en nuestro Sistema Político que solo sean eso,
Derecho y Servicio, y también deban ser negocio, no por ello el negocio tiene
el derecho de satanizar que los preste el Estado. Esa ES SU OBLIGACIÓN: velar
por la salud, la educación y la información de la comunidad. Porque cuando la
Salud, la Educación y la Información son solo NEGOCIO, el pueblo pobre se muere
sin atención médica, la gente pobre a duras penas llega a la Primaria y la
ciudadanía de a pie sólo se entera de lo que les conviene que se sepa a los
dueños del Poder Económico, que han sido siempre los dueños del Poder Político.
Y eso es y puede ser cualquier cosa, menos DEMOCRACIA.
Y llamo de nuevo
en mi auxilio a Aldous Huxley. Escribía en 1955, no lejos de la amenaza del
recién derrotado fascismo y frente al enorme Poder que ya ejercían los EE. UU.
en el planeta, quitando gobiernos y poniendo dictadores a su antojo. Y
recordando las gracias que ya hacían en el periodismo norteamericano Joseph
Pulitzer y Randolph Hearst: “Usted organice el atentado que yo le vendo al
pueblo la guerra contra España”, le dijo uno de ellos al Presidente del Imperio
a inicios del Siglo XX, y se adueñaron de Cuba, atentado mediante, en un
periquete. Cito:
“A medida que el
arte y la ciencia de la manipulación sean mejor comprendidos, los dictadores (e
interesados magnates mediáticos coludidos con políticos, digo yo) del futuro, irán
aprendiendo sin duda a combinar estas técnicas con las distracciones
ininterrumpidas que, en el Oeste, amenazan con ahogar en un mar de cosas fuera
de propósito la información racional que es esencial para el mantenimiento de
la libertad individual y la supervivencia de las instituciones democráticas”.
Es por eso que
los dueños de la DesInformación nos confunden directamente con farándula o
farandulizando la política, mientras nos venden a los Macri, a los Cunhas, a
los Rajoy, a los Peñas Nieto y a los que sean necesarios para mantener o
reconquistar el Poder.
De todos modos,
al parecer se trata de hacer las cosas bien y dando oportunidad a los
marginados de siempre, comunidades y poblaciones rurales, para que puedan
expresar sus inquietudes y opiniones. Y si alguien sabe que se conceden, como
antes, licencias a dedo o se favorezca con ellas a los “amigos
del Gobierno”, lo que se impone es ser buenos ciudadanos, denunciarlo con
pruebas en la mano, y frenar a los corruptos de lado y lado. La chismografía de
plaza de mercado, las consejas de costurero o las confidencias de SPA, no deben
tener cabida en una sociedad responsable y ética.
Porque cuando
hay alguien que se corrompe por dinero es porque alguien le ofrece dinero para
corromperlo…
Algo así fue lo
que dije en el Conversatorio aquél. Lo ratifico aquí.